Estos días se está hablando de Antonio Muñoz Molina. Sólo por eso ha merecido la pena el premio con nombre de monarca que le han concedido. Hay que hablar de Muñoz Molina. Es algo, es alguien, sólido en estos tiempos tan etéreos. En estos días que se nos escurren de entre los dedos como la arena de la playa.
Podría hablar de Beatus Ille leído furtivamente en unas fotocopias de la facultad. Fue un primer viaje a Mágina y tuve la intuición entonces de estar ante alguien, de algo, que perdura. Podría hablar de lo sólido de Sefarad. De las lecturas que me mostró para toparme con un oscuro rostro de todos nosotros. De Úbeda, de plenilunios, de viajes a la luna y de los tiempos, de inviernos lisboetas y ardores guerreros. Podría hablar de todo ello pero callo.
Quien habla de nuevo es Muñoz Molina para darme, darnos, una lección donde más nos duele, ay. En plena crisis económica. Todo lo que era sólido me parece el ejercicio más honesto que he visto para entender estos años de locura en los que hemos transitado como drogados. Zombis como las empresas zombis que se estaban cebando. De sus tiempos de joven contestarario, a funcionario en Granada, a director del Cervantes en Nueva York y novelista de éxito. Muñoz Molina desnuda sus tropezones con los sinsentidos y consentidos de este país.
Un ejercicio que deberíamos hacer todos y cada uno de nosotros. Un examen de conciencia de los errores cometidos y de los retos pendientes. Todos somos culpables, aunque unos más que otros. Como dijo Octavio Paz, "la inocencia, la culpa que no se sabe culpa, fue la culpa mayor".
Aquí les dejo unos cuantos párrafos de Muñoz Molina para que cada cual empiece por donde considere el análisis de en qué fallamos. Si cada cual se hubiera tomado más en serio la labor que realizaba (por ejemplo, ser periodista de economía en una provincia intensiva en el boom inmobiliario) puede que quedara algún gallo y no el holocausto de pollos en el que nos movemos.
"No eran expertos en economía, sino en brujería. Les hemos creído no porque comprendiéramos lo que nos decían sino porque no los comprendíamos".
"Había un país real, más bien austero, habitado por gente dedicada a trabajar lo mejor que podía (...). Pero por encima de ese país y mucho más visible estuvo desde pronto el otro país de los simulacros y espejismos".
"La conmemoración y no el presente; el simulacro y no la realidad; la apariencia y no la sustancia; el acontecimiento espectacular de unos días y no el empeño duradero en mejorar lo cotidiano".
"No importaba nada. No importaba la diferencia entre la verdad y la mentira, ni el grado de exactitud o de error en el relato de los hechos. Sin haber llegado del todo a la modernidad nos convertíamos en un país postmoderno en el que la distracción o el cinismo adquirían la risueña legitimidad de la equivalencia entre los discursos y los valores"
"Probablemente no hay un país en el mundo en el que se discuta y se escriba tanto de política y en el que sin embargo sea tan raro el debate".
"Cómo es que ese ruido no nos atronaba. Qué veíamos, en qué estábamos pensando. Si mi oficio es mirar la mundo para poder contarlo cómo es que no me fije en lo que sucedía".
"Porque las cosas han sucedido de una cierta manera nos convencemos de que tenían que suceder así. Lo que en la vida real es indeterminación y azar los relatos históricos lo convierten en desenlace necesario. Pero no está el mañana ni el ayer escrito y la renuncia personal racional al cautiverio religioso de la predestinación es a la vez motivo de esperanza y de alerta".
"De la necesidad de aprovecharlo todo se pasó en muchos casos a la costumbre caprichosa de desperdiciarlo todo"
"Nada importó demasiado mientras había dinero".
"La pedrería verbal que ha tenido éxito estos últimos años es otro de los lujos que ya no podemos permitirnos. Es urgente medir nuestras palabras para que lo que digamos no añada ni una brizna más a la confusión ni agrave innecesariamente el clima turbio de la discordia".
"Durante mucho tiempo pareció que no importaba nada y ahora importa todo, y todo lo que hicimos mal ahora nos pasó una factura inexorable".