sábado, 30 de agosto de 2008

Respeto olímpico (II)

Una curiosidad: ¿Cómo sería el medallero si se establece un factor corrector o de medallas por población o medallas por PIB? Aquí, las respuestas.

La solución apunta a Jamaica y Zimbaue. España no sale muy bien parada.

Protocolo de tragedia

La tragedia de Barajas encierra un buen puñado de las miserias de este país. Es una de esas ocasiones en las que se constata ese proceder tan chapucero. Esa libre forma de interpretar las normativas, no como algo cerrado, sino flexible según el caso. Esa histeria del momento después, tras la apatía de muchos años en materia de seguridad aérea. Los partidos políticos, a lo suyo. Unos echando balones fuera y otros que aún no saben ni a qué juegan.

También unos medios de comunicación excesivos, que se salen de madre en cuanto pueden, que se juntan en facciones. Con unas televisiones que hacen escarnio del dolor ajeno sin la más mínima decencia. Luego llegan las comparecencias públicas, los funerales del Estado, habrá quien se rompa la camisa ante las cámaras y quien abomine de las denuncias en torno al mal ajeno.

Pero lo único cierto es que han muerto 154 personas en un vuelo comercial tan rutinario como Madrid-Islas Canarias, que compraron el billete en una de las supuestas compañías de bandera. En verano, con buen tiempo. Y un avión sin casi llegar a despegar, nos estalló a todos en la cara. No es válido ni lícito el afirmar que se han cumplido todos los protocolos de seguridad. Algo tuvo que fallar. Y lo que es más importante, ese algo se debe corregir de forma fulminante. Hay quien critica que en este país sólo se reacciona cuando ocurre alguna desgracia. Al menos, mantengamos esa triste evolución y no hagamos gala, una vez más, de la proverbial falta de memoria autóctona.

A veces el invierno llega de forma tan brusca...

miércoles, 20 de agosto de 2008

Respeto olímpico

La verdad es que en este país nos apuntamos al éxito y al fracaso con excesiva celeridad. En deportes se nota más, y en los Juegos olímpicos, ni les cuento. Muchos medios de comunicación tildan de fracaso el ser el 4º deportista del mundo en triatlón o el 5º en los 1.500 metros. Quizá convendría hacer un poco de memoria y recordar que hasta 1920 España no tuvo ninguna medalla. Que el primer oro llegó en 1980 y que las participaciones patrias fueron bastante discretas hasta 1992. Mi homenaje y respeto a todos los deportistas que están en Pekín y que parecen que son de una especie distinta a la mía (especialmente los de gimnasia o los Homo Sapiens Elasticus).

Para buscar la perspectiva necesaria, nada mejor que el mapa histórico realizado por NYT.

domingo, 17 de agosto de 2008

De la maquetación como una de las bellas artes



Ahora que se avecina el rediseño de varias cabeceras nacionales (cabezones nacionales, quizá por lo que les cuesta evolucionar), da gusto encontrarse ejemplos como éste de La Vanguardia. Ejemplos en los que la maquetación refuerza a la información y no la esconde.
Además, en mis tiempos como maquetador aficionado, en los que peleé con los entornos Edicomp y Millenium, hubo quien me acusaba de hacer de mis páginas un Tetris. Ya ven, no era el único.

(El ejemplo se lo he tomado prestado a BuenaPrensa).

sábado, 16 de agosto de 2008

El demonio de Maxwell


Una recomendación para cualquiera que se aburra este estío y quiera combatir a la segunda ley de la termodinámica y uno de los pilares del Universo.

http://www.microsiervos.com/archivo/juegos-y-diversion/ball-cage.html

viernes, 15 de agosto de 2008

Doble salto moral


Empiezo a estar algo saturado de tanta gaita políticamente correcta y de tanta tontería que nos inunda. De que una gilifoto a la selección de baloncesto en la que se achatan los ojos con los dedos cause revuelo diplomático. Al tiempo, se decide que la niña que cantaba en la inauguración de los Juegos Olímpicos se esconda detrás de otra pequeña. Menos gorda, más agraciada. Pero ahí no pasa nada.

Hay un velo de corrección que todo lo envuelve pero que, al tiempo, es cruel y despiadado con todo aquello que se sale de los cánones preestablecidos. No sé dónde nos tendremos que esconder las personas que no nos gusta hacer deporte, los varones con alopecia y modales algo rudos. Supongo que al final cantaremos siempre escondidos, detrás de alguien mejor parecido. Ahora bien, nadie pondrá nunca cara de chino, no vaya ser que se cabree todo el lejano Oriente.

Da la sensación que la sociedad camina hacia atrás y se torna más retrograda. No hay más que ver cómo queda la mujer en el 95% de los anuncios que se emiten en España. Eso sí, nos preocupa que la palabra 'miembra' no esté en el diccionario.

Hay películas, por ejemplo, de los años setenta que no sé si hoy se podrían rodar. No porque estén prohibidas, sino por lograr el apoyo suficiente. Comedias zafias y escatológicas, las que quieras. Humor inteligente como el que sigue, pues cada vez menos.

Gensanta.

lunes, 11 de agosto de 2008

Matheson Files

Tengo la extraña sensación de que la ciencia ficción está en crisis. Después de la época dorada que fueron los sesenta, setenta y los ochenta, es hoy un género en busca de nuevas referencias. Como entusiasta que me considero del mismo sigo buscando asideros a los que agarrarme. De vez en cuando cometo errores de bulto, como fue el ir al cine a la nueva versión de Expediente X. El film es un insulto al espectador, que no respeta la más mínimas reglas de la cortesía o de la narrativa. Muchos dirán que me lo busqué, y tienen razón.

Pero el mismo día que maldecía los más de siete euros que gasté en la entrada, terminé una pequeña obra de aquellos tiempos dorados. Se trata de Soy leyenda de Richard Matheson. El libro me ha parecido muy superior a las dos últimas adaptaciones en cine, la de Richard Heston y la de Will Smith. Hay una tercera, de Vincent Price, con la que aún no me he topado.

En este libro, de 1954, me encontré lo que menos me esperaba. Un libro del fin del mundo, sí, pero también de vampiros, que sirve de epílogo a la literatura más profunda sobre la materia. Completa a la perfección a Stoker. Al tiempo, es una reflexión sobre los temores a lo propio y a lo ajeno y quién es el perseguido y quién el perseguidor.

¿Por qué hace tiempo que no encuentro lecturas o películas actuales que sean estimulantes en la ciencia ficción? ¿Dónde está hoy la delicadeza de Bradbury, el mesianismo de Herbert, la sapiencia de Asimov, la profundidad de Clarke? ¿Dónde?

Tengo mi particular, y por supuesto pretenciosa, explicación sobre esta crisis. La humanidad se empobrecido en cuanto a sus aspiraciones. Las decepciones han sido muchas y, aunque hay más motivos que nunca para creer en el ser humano, pocos quieren mirar a las estrellas. Pocos quieren enfrentarse a los hondos misterios que habitan en las esquinas de nuestra percepción, que es donde beben las mejores piezas del género. Nos sigue llamando la atención la astrología y los fuegos fatuos y por eso triunfan bodrios como los expedientes equis, los cógidos de Da Vinci y algunas soup opera. Pero cada vez nos acercamos menos a lo que hay un poco más allá.

El fenómeno OVNI se ha olvidado y del proyecto Seti nada se sabe. La inteligencia artificial parece descartarse como argumento (remakes aparte) y de las profundidades de la mente parecen sólo salir psicópatas. Nadie bebe en La Taberna del ciervo blanco. De El fin de la infancia que soñó Clarke nada parece quedar.

Quizá todavía seguimos siendo niños y pocos consideran prioritario crecer. O llegar a Marte. Se da el maniqueo argumento de que hay mucho que arreglar en la tierra. Cómo si el ser humano no se hubiera dignificado a sí mismo cuando ha mirado a lo alto.

Quizá ha llegado el momento de releer a clásicos como Matheson y como K. Dick. Y volver a mirar a las estrellas y preguntarnos si una máquina puede tener sentimientos. Al menos, a eso voy a dedicar lo que me deja de tiempo libre este verano de trabajo intenso.

lunes, 4 de agosto de 2008

Matones del verbo

La vida política se ha instalado en el matonismo verbal. La actualidad ya no se sorprende por ningún exabrupto. Rosa Díez llama "lerdo" a Pedro Solbes, vicepresidente a más señas, y no pasa nada. Dicho vicepresidente estuvo durante semanas diciendo que no había crisis sin que tampoco se removieran conciencias. Se lo decía a los nuevos parados y a los que casi no pueden respirar por la hipoteca. Se lo decía con esa cara de viejo profesor despistado, sin inmutarse ante tamaño despropósito. Una mentira más. Un paso más en el "todo vale".

Los dirigentes de todas las autonomías se pasan el día exigiéndole cosas a Zapatero. Tanto las del PP como las del PSOE y, sobre todo, las nacionalistas. Todos amenazan, se pavonean y hablan de líneas que no se deben cruzar y de afrentas históricas que no se deben olvidar, escondidos tras la aritmética parlamentaria. Incluso una vicepresidenta asegura, sin que le tiemble la voz, que no se cumplirá una directiva comunitaria. Un paso más.

Todo vale. El lenguaje se pervierte. Lo violan a diario. Nosotros, los informadores, lo forzamos si cabe un poco más en busca de ese titular redondo que encaja a la perfección. Lo magreamos con pocos miramientos y dejamos sobre la mesa un par de dólares arrugados. Y así seguimos hasta el próximo exceso, en el que el PSC amenaza con votar en contra de los presupuestos de su propio partido y se subasta Aena. Un paso más. No nos sorprendemos.

Nada parece respetarse y la judicatura, llamada a poner orden en todo este marasmo, se desacredita a diario. Miren a Urquía si no me creen. Un paso más.

Mientras hay quien habla de procesos de paz sobre cadáveres aún calientes. Todo vale. Se crean y se descrean los mitos y las leyendas de pasados ignotos. El control sobre los sistemas educativos está en la mesa de negociación política y las nuevas generaciones son cada vez más sectarias. En cada uno de los 1.000 bandos. Son generaciones que ya no ven las diferencias entre el paso de más y el paso de menos.

sábado, 2 de agosto de 2008

Neocon

Los economistas que no sean liberales se me antojan una especie en extinción. Estos días he estado recabando recetas contra la crisis y he escuchado cómo pedían reducir salarios para evitar la inflación, eliminar las cláusulas de revisión (que lo único que hacen es que el personal no pierda poder adquisitivo), fulminar la ultractividad de los convenios (esto es, que se renueven en caso de que no haya acuerdo), endurecer las medidas contra el absentismo laboral, y un largo etcétera.

Mientras, de las plusvalías del sector de la construcción se habla mucho pero se propone poco. Al final siempre se golpea al eslabón más débil. Esta etapa de crisis económica va a ser muy larga y lo peor está por llegar.

Y a uno le gustaría que Marx y Keynes levantaran un poco la cabeza. Al igual que ha hecho ese pequeño sindicalista que llevo dentro.

Promesas y deudas

En mi atolondrada marcha de Alicante me dejé muchas cosas. No es que mire hacia atrás para convertirme en estatua de sal, como me decía un hosco amigo. Es que dejo muchas cosas. Dejo, por ejemplo, 7,5 años de experiencias en una profesión que se reinventa a diario. O lo que es lo mismo, un buen puñado de vidas y una parte de mí.

Dejo una rutina y una mecánica de trabajo a la que me había amoldado como una vieja pantufla al pie de su dueño.

Dejo, también, un ideal periodístico. Un oasis dentro del panorama informativo de Alicante. Uno de esos de los que se ríen los escépticos. Pero mientras ellos ríen yo he visto a un puñado de redactores que en situaciones precarias se afanan por dar lustre a un puñado de páginas que al día siguiente no valen nada. ¿Y por qué?

Pues aún no lo tengo del todo claro. He visto cómo se encaraban con señoritos feudales en sus distintas caras: deportivas, políticas, municipales, sociales y, sí, puede que hasta económicas. ¿Y por qué? Por un sueldo ajustado y un horario de vértigo. También por una vocación compleja, que apunta a una difusa parte de nuestro inconsciente colectivo que se llama lo correcto. Se hace lo que se piensa que es lo correcto y se critica lo que se cree que no lo es. Y se cuenta de la forma que parece más correcta para que el mensaje llegue mejor. Se maqueta con el mismo convencimiento, con fotografías que refuercen el mensaje y se busca publicidad que permita todo esto. Con entusiasmo, con pasión, con imaginación y ciertas dosis de creatividad. Puede que con excesos de activismo y con carencias de conocimiento para abarcar todas las áreas que se tratan, pero con mucha honestidad. Este bingo sí que es el correcto, que diría el maestro Gisbert.

Tengo pruebas. Ahí están las citas de corrupción de la Vega Baja, el caso de la Fundación Aragonés, la trama de bodas falsas, las tropelías arqueológicas del Ayuntamiento de Alicante, los desmanes de Azorín y de Macià, la extraña singladura de Pilar de la Horadada, la especulación pública con suelos de polígonos industriales, el paso a la cárcel de Cartagena, las vergüenzas de la Cruz Roja, el cachondeo del Hércules y de sus mandatarios. Y un etcétera que es muy, muy, muy largo. Y es exclusivo.

Sobre todo he dejado un buen puñado de amigos. Los que pasaron por las cuatro paredes de la redacción, los que permanecen y los que vendrán. Hay días en los que me levanto dispuesto a cumplir con unos ritos matinales que ya no me competen y les envidio. A ellos. A todos los que se encaminan a la calle García Morato.

Envidio al motero romántico que canta a La Oreja de Van Gogh montado en una Harley. Envidio los rizos de un rabino sefardí que se encamina, sin darse cuenta, a la redacción, perdido entre versos. Envidio a los humos de una Mari Pili que encuentra tiempo para comprar cervezas y hortalizas entre comisarias y juzgados. Envidio al tipo espigado que corre a comprar unos puritos de sobremesa mientras en su mente cabe todo Alicante, con dos porterías a cada lado. Envidio a esa mata de pelo que se ve en lontananza, que lleva cobijados los conocimientos más dispares, enciclopédicos y arbitrarios que cabe conocer. Envidio el pausado y enérgico proceder que en la pecera luce un general romano de Benissa, a quien me hubiera gustado conocer mejor. A Fido. A Dido. Al flequillo de Sampedro. A Rosica. A Tere. Al Negro. A Salu. A las personas han llegado en los últimos tiempos.

Todos hemos dejado un hueco en la linotipia ficticia e imaginaria en la que se imprime esa edición local. Lo hizo Toledo, Peñalosa, Pascual y hasta Ginés, Martínez o Soto. Bueno, hubo quien esa huella la copio de otro periódico y de Internet, pero fue huella al fin y al cabo. Incluso hubo un cervatillo por la redacción. Es una pequeña historia colectiva de la que estoy muy orgulloso de haber pertenecido todo este tiempo. Todo lo que he aprendido y lo que me he equivocado me lo llevo como bagaje. Y os dedico a todos, desde aquí, un encendido: ".... y yo que me creía / el rey de todo el mundo..."


Y un "...fuera de mi ordenador".