La vida política se ha instalado en el matonismo verbal. La actualidad ya no se sorprende por ningún exabrupto. Rosa Díez llama "lerdo" a Pedro Solbes, vicepresidente a más señas, y no pasa nada. Dicho vicepresidente estuvo durante semanas diciendo que no había crisis sin que tampoco se removieran conciencias. Se lo decía a los nuevos parados y a los que casi no pueden respirar por la hipoteca. Se lo decía con esa cara de viejo profesor despistado, sin inmutarse ante tamaño despropósito. Una mentira más. Un paso más en el "todo vale".
Los dirigentes de todas las autonomías se pasan el día exigiéndole cosas a Zapatero. Tanto las del PP como las del PSOE y, sobre todo, las nacionalistas. Todos amenazan, se pavonean y hablan de líneas que no se deben cruzar y de afrentas históricas que no se deben olvidar, escondidos tras la aritmética parlamentaria. Incluso una vicepresidenta asegura, sin que le tiemble la voz, que no se cumplirá una directiva comunitaria. Un paso más.
Todo vale. El lenguaje se pervierte. Lo violan a diario. Nosotros, los informadores, lo forzamos si cabe un poco más en busca de ese titular redondo que encaja a la perfección. Lo magreamos con pocos miramientos y dejamos sobre la mesa un par de dólares arrugados. Y así seguimos hasta el próximo exceso, en el que el PSC amenaza con votar en contra de los presupuestos de su propio partido y se subasta Aena. Un paso más. No nos sorprendemos.
Nada parece respetarse y la judicatura, llamada a poner orden en todo este marasmo, se desacredita a diario. Miren a Urquía si no me creen. Un paso más.
Mientras hay quien habla de procesos de paz sobre cadáveres aún calientes. Todo vale. Se crean y se descrean los mitos y las leyendas de pasados ignotos. El control sobre los sistemas educativos está en la mesa de negociación política y las nuevas generaciones son cada vez más sectarias. En cada uno de los 1.000 bandos. Son generaciones que ya no ven las diferencias entre el paso de más y el paso de menos.
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