El poeta Salvador Espriu dijo: "la verdad es como una estrella que estalla y de la que cada uno tenemos una parte". Pues bien, es cierto, como lo es que hay agujeros negros que no dejan salir la luz y sus verdades. Hay agujeros muy grandes, que todo lo engullen a su alrededor y alimentan la conspiranoia. También agujeros pequeños, ridículos, en los que se atenaza una pequeña verdad miserable y local.
El pasado jueves organizó una jornada el nuevo invento de la patronal, el Instituto de Estudios Ineca. Eso que, aunque nadie lo diga y lo rechacen con vehemencia, huele a lobby, actúa como lobby y es un lobby. A pesar de que desde la estructura de Coepa se remitió a los medios las intervenciones de las jornadas, una amable azafata fue invitando a los redactores a que abandonaran la sala y esperarán a la conclusión. Poco antes, el ex presidente de Coepa Joaquín Rocamora regaló una perla a la audiencia: la culpa de la crisis la tienen los medios. Ahí es nada. Ni las subprime, ni la vivienda, ni los excesos salvajes de la construcción alimentados desde la banca. La culpa es mía. Patina el otrora prudente capitán del empresariado.
Pero lo de verdad indignante no fue el plantón o la expulsión. Los periodistas de provincias tienen (tenemos) que hacer de tripas de corazón en demasiadas ocasiones para sorprenderse (nos). La auténtica calamidad la provocaron cuando dieron a los presentes los argumentos de la expulsión: el director de la CAM, Roberto López Abad, uno de los ponentes, había puesto como condición para sus asistencia la ausencia de medios, "para hablar de otro modo". O lo que es lo mismo, las convocatorias oficiales no sirven para nada más que para decir tonterías. Las cosas reales se departen de puertas para adentro.
No me engaño. Sé que este aserto es válido casi siempre en todas las secciones. Pero me indigna la facilidad con la que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino. La desfachatez se convierte en norma y hay que reír la gracia. Ahora bien, que no se quejen los potentados de patronales y cajas de las provincias cuando las filtraciones copen la sección de Economía. A fin de cuentas, el desdén con el que ellos mismos tratan a los cauces oficiales obliga a la información a esconderse detrás de las "fuentes de toda solvencia". Abusamos de ellas, es cierto, pero no tenemos alternativa.
¿Qué terrible secreto podría compartir el señor López Abad y los prohombres de Ineca con los principales empresarios de la provincia en una ponencia? ¿Quizá Bin Laden se aloja en la calle Óscar Esplá? ¿Ritos satánicos en consejos de administración y doctos comités? ¿Un retorno de la triada vicepresidencial? ¿Los EREs que están por venir? No creo, pero ya dudo de todo.
Supongo que simplemente contarían lo complejo que es el momento. Reconocerían que la caja está apretando el cinturón a todo el que puede, que la situación es muy dura. Incluso hablarían de los brotes de pánico financiero que ya se han producido en Ibi, Villena, Elda y Elche, al más puro estilo Qué bello es vivir. Pero sin la moral de Frank Capra, claro. Como mucho, llorarían en algún hombro para contar cómo le maltrata el interbancario y cómo se aprovechan algunos bancos.
O lo que es lo mismo, asuntos que han sido publicados y que podría tratar sin problemas con la prensa local. Los canales de comunicación están abiertos y la caja de ahorros no necesita irse a Madrid o Valencia para poder despachar con soltura. La mayoría nos conformamos con poco, no necesitamos las prebendas y cuidados de otros.
Si a los prohombres de Ineca o de las cajas los periodistas de Alicante les parecen de pueblo, quizá sea porque interactúan con una caja y unos patronos no precisamente capitalinos. Por mucho que monten en barco hasta al mismísmo Rey.
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