lunes, 25 de febrero de 2008

Queridos detectives

Desde hace algún tiempo me refugio bajo su protección en tiempos de incertidumbre. Cuando me sé superado por el día a día, me acojo a sagrado... y paso de devorar novelas policíacas. Cada día me gustan más y encuentros más motivos para aplaudirlas, en contra de lo que digan los críticos.
En las últimas décadas han surgido un buen ramillete de protagonistas a los que encomiendo mis horas perdidas. Todos han bebido de Hammet, de Poirot y de los clásicos del genero negro de los años boyantes del cine. El lector percibe todo eso y algo más: la particularidad de cada cual.
Así, me encantan los arrebatos de Kurt Wallander, cuando tira por tierra todos los tópicos de lo que uno imagina que es Suecia.
Me encantaría compartir algún día mesa y mental con Salvo Montalbano, y que me enseñara a disfrutar la vida con cada bocado de una 'trattoria' siciliana.
Y aún mejor sería asistir a un desayuno de café y 'croissant' con el agente de homicidios Kostas Jaritos, donde trataría de animarle ante el inminente atasco ateniense en el que se tendrá que sumergir. O le pediría que me contara su última pelea con su mujer, Adrianí.
Como siempre, hago los deberes al revés y he descubierto a Pepe Carvalho el último, siendo como es un antecesor de tantas y tantas cosas de sus compañeros antes mencionados (como reconoce con arte torero Camilleri, el padre de Montalbano). Es el más brillante y arrogante de todos.
Mientras deambulo por sus innumerables pesquisas, que me cuentan con aire cómplice y sincero, me sorprenden las coincidencias que todos ellos albergan sobre la prensa: un incordio que se aguanta hasta cierto punto.
¿Por qué no se ha logrado una mejor comunicación entre los medios de comunicación y los policiales? No lo sé, pero no es algo que se perciba sólo en las novelas. Cualquier redactor que se las vea en esa sección tan difusa y necesaria llamada sucesos lo sabe. Quizá fuera necesario que los policías, detectives, tenientes y comisarios dedicaran sus horas perdidas a conocer mejor lo que se cuece (o se congela) detrás de una noticia.

En cualquier caso, mi más sincero homenajes a estos esforzados servidores de lo público. También a sus autores, pero menos.
Me he preguntado mucho estos días por el hecho de que me atraigan tanto estas historias. He llegado a una conclusión: sus protagonistas no son las mejores personas, ni las más inteligentes ni mucho menos las más atinadas. Los libros no son los mejores escritos. Pero los personajes de los cuatro ejemplos que he citado comparten una abnegada dedicación a su trabajo y a casi todas las víctimas. No se rinden nunca porque saben que hay ciertos valores que están por encima de cualquier cosa. Incluso por encima de ellos mismos y el sistema que defienden. ¡Cuánta falta hacen hoy en día este tipo de quijotescas actitudes!
Ojalá hubiera Wallanders, Montalbanos y Jaritos en la administración pública y en la prensa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo, que soy una de esas sufridoras de la sección más depauperada del periodismo (el que vale, vale, y el que no, pa sucesos, dicen) sé que hay hombres así en la Policía. O al menos, los había.
Saludos.
Rocío.

Juanjo Marcos dijo...

Noooo. Es el que vale, vale y el que no de deportes. No te olvides. Que ya sabes que pienso que es la única sección de verdad periodística.

Juanjo Marcos dijo...

Me autoescribo para denunciar un terrible e imperdonable olvido: la pareja que forman Chamorro y Bevilaqua. El maestro Lorenzo Silva debe recuperar la saga cuanto antes, para evitar nuevos descuidos del estilo.