martes, 13 de enero de 2009

Alerta y nieve

España es un país histérico e inmaduro. Un país que suele fracasar siempre que hay momentos de tensión. Es un país joven, adolescente, diría, que berrea y patalea en cuanto algo le sale mal.

Que nieva un día, varias ciudades se colapsan.
Que se ponen los camioneros de huelga, el país se paraliza.
Que quiere entrar el gobierno ruso en una petrolera, pues nos tiramos unos a otros los trastos a la cabeza.
Que hay crisis, pues improvisamos decenas de medidas sin ton ni son. Y que el déficit engorde y lastre al país durante décadas sin que quede acreditado que lo que se hace realmente sirve para sortear el difícil momento actual. No hay planificación a medio plazo, la improvisación se ha asentado en nuestras estructuras como un dogma de fe y actuación.

En momentos de incertidumbre los grandes líderes deben actuar poco pero con una determinación impecable. Justo lo contrario que se estila aquí. Por no hablar del problema terrorista y del sonrojante espectáculo que se desarrolla después de cada atentado.

De todos modos no es sólo cuestión de los líderes. Desde hace tiempo tengo la convicción que los países y los colectivos también triunfan y fracasan. La sociedad vasca, por ejemplo, está fracasando y dando muestras de moralidad nefanda con su proceder con el terrorismo. Una sociedad donde un asesinato no interrumpe una partida de cartas tiene algo podrido en su interior.

La sociedad española, por contra, da muestras en general de una inmadurez punzante. Se pierde en las tonterías y señuelos que le ponen delante en vez de ser exigente con sus gobernantes y consigo misma. Conste que me incluyo en este proceder y por ello me siento en disposición de crítica y autocrítica.

Nos hemos convertido en un conjunto empeñado en reclamarlo todo, pero poco dado a dar nada. Nadie quiere hacer nada por el prójimo y no hay grandes valores que aúnen voluntades.

Y así nos va. Nieva un día y no sabemos qué hacer. Miramos al cielo atónitos y nos preguntamos por lo que será de nosotros cuando llegue el diluvio pendiente.

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