domingo, 2 de septiembre de 2007

Mortal, aunque nos pese


Dentro de cien años puede que un niño abra un libro de texto (sí, aún tendremos libros) y lea a Francisco Umbral o sobre Francisco Umbral. Puede que entonces sepa sobre 'Mortal y rosa', entonces lea, y sienta ese rasguño en el corazón. Esa certeza de que algo no anda bien en esta vida que compartimos y que no hay mucho que podamos hacer. Puede que sienta el desgarro de una culpa que no se acaba de entender.
Incluso estudiará sus artículos, que tendrán un regusto costumbrista y añejo, como para nosotros Mesonero Romanos o Mariano José de Larra. Sin embargo, también verá afán de trascendencia, como ocurría sólo con Fígaro. Los historiadores rebuscarán entre los legajos de El Mundo para tratar de entender la enésima crisis finisecular de este país, que seguirá arrastrando su triste historia. Literatos y estudiosos de la lengua se perderán en los oscuros usos que hizo del idioma, esa herramienta dúctil a su antojo.
Ese pequeño de futuro incierto nada sabrá de casi todas las personas que hoy acaparan las portadas y los titulares. Los mendaces políticos, los nacionalistas patéticos, los portavoces histriónicos serán olvidados por la historia con desdén inmisericorde. Y quedará Umbral y 'Mortal y rosa'.
Las noticias nos afectan de modo curioso y extraño. Un avión cae en la India, una matanza sacude Irak o muere un futbolista sin que mis anestesiados ojos sientan mella. Pero saber que mis mañanas se han quedado huérfanas de madre (de padre aún tengo a Forges), me ha aturdido.
Me había acostumbrado al lujo de tanta columna tras columna. Tras columna.

No hay comentarios: