En estas semanas en las que las bolsas mundiales (desde los Corros de Valencia hasta el Nasdaq) viven asentadas en una montaña rusa, me reafirmo en uno de mis prejuicios. Para los economistas y sus mercados la vida real no es más que una estadística que no acaban de entender. Que no les encaja y, a veces, hasta les molesta. Los movimientos bursátiles tienen unas leyes internas que pocos entiende. Así, hace algunos meses pude escuchar estupefacto en La Brújula de la Economía que las bolsas en EEUU habían caído al conocerse un aumento de la contratación. ¿Cómo? Sí, para muchos gurús una mayor capacidad de contratación era una mala señal a corto plazo, ya que desalentaría a la Reserva Federal a modificar su política de tipos de interés. ¿Y el mundo real donde lo dejamos? En el carajo, donde siempre.
Aquí en España hay quien trata de negar que hay una crisis. Y hay quien la hiperboliza. Pero no se inquieten, está ahí, con el tamaño que le corresponde, y que se veía venir desde hace años. La economía nacional está basada en pocas patas. O lo que es lo mismo, es coja. Se ha abusado de una pata (la construcción), y eso se paga. Los excesos siempre se pagan.
Así que poco me fío de estas fluctuaciones locas de los valores. Recientemente en Alicante el secretario de la UGT, Cándido Méndez, definió a la Bolsa como una señora mayor, histérica e hipocondriaca. No le falta parte de razón. Pero el efecto dominó que genera la doña es muy importante.
Siempre que pienso en los tiburones de las finanzas, ajenos todo lo que les rodea que no encaje en un diagrama, me da por acordarme del ejército de Sibaris. Ya ven que cosa. Los sibaritas eran conocidos en toda la Magna Grecia por su caballería. Para amedrentar al enemigo preparaban la batalla con exhibiciones de doma, y desplazaban a los caballos al unísono al son de marchas militares triunfales. Hasta que en 510 a.C arremetieron contra la ciudad de Crotona, que contraatacó con otros sones de baile que inutilizaron a sus caballos. El ejército sibarita fue aniquilado y la ciudad, famosa por su buen vivir, quedó destruida y reducida a adjetivo.
O lo que es lo mismo: No se puede olvidar que se está en una guerra. Los valores de la Bolsa responden a la economía real que está detrás, para bien o para mal. A corto plazo caben mil y una pillerías, pero al largo todos estos tiburones se las verán con el ejército de Crotona. Y estarán bailando.
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