Unos buenos amigos me han sacado esta noche a deambular por las calles alicantinas. Buena falta me hacía. Me han llevado a un concierto de El Chivi en la Sala Stereo. No sé si este (no tan) joven madrileño es muy conocido en sus círculos, pero para mí ha sido una auténtica revelación.
Quienes me conocen saben que, como todo mal informador, nunca se me han dado bien las etiquetas. Sin embargo, al susodicho Chivi creo que sólo se le puede tildar de cantautor pornográfico. O simplemente guarro, cantautor guarro y extremadamente cerdo.
Así, pertrechado sólo por una guitarra española y con una voz que mezcla al peor Sabina y al mejor Ismael Serrano, ha ido desgranando su repertorio ante un auditorio de unas sesenta persona. Huelga decir que el adjetivo abarrotado no se puede aplicar a esta ocasión.
Pues bien, el artista ha ido venciendo poco a poco mi escepticismo inicial. Y ha conseguido que me ría a mandíbula batiente. Me guardo para mi acervo particular su tema 'Y que le voy a hacer si el abuelo es gay' y su diatriba sobre los cuentos que a él le gustan, no aquellos de 'niña estrecha' de príncipes y princesas, sino de "garitos llenos de sapos". Cuentos en los que los tres cerditos son tres travestis que viven juntos, en los que la Cenicienta no pierde el zapato sino las bragas, en el que la abuelita rueda películas 'snaf' con Caperucita y donde Blancanieves y los siete enanitos... en fin, qué les voy a decir de Blancanieves y sus pequeños compañeros. Por no hablar de Peter Pan y Campanilla.
En estos días de campaña, donde todo es tan políticamente correcto, en estos días donde no hay una frase más alta que la otra, en estos días en los que reina la apariencia, es un alivio ver a alguien con letras tan bestias. Brutales. Que ofenden a oídos curtidos como los míos, pero que al mismo tiempo me hacen reír, con ese pudor que tenemos todos los que quisimos ser misioneros cuando eramos renacuajos.
En otra canción, El Chivi lamenta que le llamen 'radical' por su querencia por diversos tipos de desviaciones (desde la lluvia dorada, al sado o al excitarse imaginando a Aznar y a Cascos en particular dueto). En estos tiempos de puntillismo, de compañeros y compañeras, en los que el basurero es un operario de limpieza y el labrador un técnico agrícola, en estos tiempos, digo, se agradece quien pone los puntos a las íes a golpes descarnados. A veces demasiado. Es lo que tiene la libertad de expresión: los excesos.
Lo dicho, todo un descubrimiento no apto para todos los públicos ni para todos los días. Sólo he lamentado ver que el cantautor ha intentado en un par de ocasiones introducir nuevos temas en su repertorio. Temas en los que no era necesario que las palabras glande, anal o escroto salieran a colación. Canciones de lo que debe ser una madurez personal y artística, en las que canta al Alzheimer de un familiar cercano, o a los tiernos sentimientos que le provocan su actual pareja. La parroquia no ha recibido con agrado estas desviaciones de su particular gurú de lo escatológico. Y mientras El Chivi desgranaba sus más profundos sentimientos, con más o menos acierto, muchos clamaban por temas de antaño, como 'Sácala' o 'Catapum'. Debe ser triste que una etiqueta te persiga de por vida y no puedas hacer nada por desprenderte de ella.
En cualquier caso, y en contra de lo que esperaba, El Chivi me ha divertido. ¡Pero mira que es bestia y burro, el tío!
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