domingo, 20 de enero de 2008

La revolución que viene

Llevo siete años escribiendo sobre el imponente crecimiento económico de China. De cómo ha sacudido los cimientos empresariales del mundo entero, incluido un pequeño rincón llamado Alicante donde, ya ven, gustaban de ganarse las habas con juguetes, toallas y zapatos. He visto cientos de análisis que aseveran que el futuro económico del mundo se desarrollará en Beijing y no en Washington. Y siempre he tenido la misma duda.

¿Un crecimiento económico tan desorbitado sin cambios sociales? No se podrá mantener por siempre. Creo que en China hay una revolución pendiente. En algún momento el millar de millones de personas de esa gran nación cambiará las reglas del juego, como ya ha hecho en otros momentos de su larga historia. No hay más que ver toda la creatividad que se nos susurra desde aquellos lejanos lares para ver que las diferencias sociales se agrandan. Y los conflictos se mantienen latentes.

Lo que me inquieta de verdad es si el mundo occidental podría soportar -financiera y bursátilmente hablando- esa revolución pendiente que tiene China.

Puede que sea un movimiento pacífico, que haga que mejoren los salarios y las condiciones de los trabajadores de forma lenta y paulatina, al tiempo que llegan nuevos derechos y los depredadores de la mano de obra a granel se desplazan a otros países asiáticos. Puede, también, que sea como un dragón que se lleva a su paso el chiringuito montado por tantas y tantas sociedades europeas y americanas en su afán de ahorrarse el último centavo.

La economía seguirá siendo global. Hay cambios que no hay manera parar. Pero el papel de liderazgo que todo el mundo da por supuesto a China tiene todavía muchos interrogantes ante sí. Y no sé si la gerontocracia en el poder será capaz de gestionar lo que se avecina.

No hay comentarios: