lunes, 21 de enero de 2008

La feria de las frivolidades

Ya está aquí. Ya llegó. Un año más, junto a las rebajas y el apuntarse al gimnasio, llegan los preparativos de Fitur. La Feria Internacional de Turismo es uno uno de esos agujeros negros en los que se sume el dinero público. Un encuentro en el que ya nadie hace negocio, pero en el que todos quieren estar. Sobre todo los concejales de municipios de poco tronío, que se pasan una semana en la capital a cuerpo de rey. Y de mancebo.

La estrategia que sigue la Comunidad Valenciana no la entiendo. Hace ya unos cuantos años decidieron copar uno de los pabellones del Parque Ferial Juan Carlos I, por aquello de ver quien la tiene más grande, más que por el impacto real en los visitantes. Una vez logrado (y pagado, que el metro cuadrado de feria cada año se encarece), se llevaron las disputas territoriales a la capital. Si antes todas las grandes entidades compartían parte de la infraestructura, ahora va cada uno por su lado. Duplicando costes, claro. Así, hay varias áreas de prensa para los mismos medios que apenas se utilizan (¡muerte a la sinergia!). Hay varias visitas de autoridades, que nunca coinciden y varios copetines para la audiencia, que siempre son a la misma hora. Otros años quedaba el consuelo de buscar a Pla, que siempre acudía en el peor momento y al rincón más inesperado y menos cubierto mediáticamente. Allí esgrimía su errático discurso turístico con escasa repercusión. No sé quién tomará este año el marrón... quiero decir relevo.

La estrategia de estos últimos años se basa en hechos puntuales. Me explico, hace tres años fue (lo juro) la visita del Papa el máximo atractivo presentado. El año pasado, Dios nos libre, la Copa América lo engulló todo. Este año, a buen seguro que toca la Fórmula 1 (la Volvo Ocean Race de Alicante tendrán suerte si la encuentran dado el escaso espacio dedicado). Servidor no tiene nada en contra de estos magnos eventos. Pero tienen un punto de juego de artificio, de castillo de fuegos, de naipes en el aire. No perduran. Sólo sirven de atractivo un tiempo limitado y desaparecen. Los actuales (y anteriores) responsables de Turismo en la Generalitat creen que con estas cosas ponen a la Comunidad en el mapa. Que el beneficio de imagen redunda luego en otras muchas cosas. Ojalá tengan razón, pero yo no me lo creo.

Estimo que sería mucho más positivo el promocionar la imagen de la Comunidad en su conjunto y no de las cuestiones que, con perdón, están de paso. Al menos desde un punto de vista turístico. Si el 60% de las pernoctaciones hoteleras de la Comunidad se producen en el tan criticado Benidorm, ¿qué papel se le reserva a esta capital turística? ¿Por qué Torrevieja ya ni siquiera acude? Pues por eso, porque no están para frivolidades.

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