lunes, 7 de abril de 2008

Húmedas mentiras

La guerra del agua es una gran mentira. Del tamaño del océano Pacífico, con todos los trasvases y desaladoras que quieran. Las opiniones cambian con una facilidad pasmosa, mientras las elecciones se suceden. Así, si uno pierde algo de tiempo en la red, puede ver vídeos de José María Marugán (dep) defendiendo con una vehemencia y pasión digna de toreros posiciones radicalmente opuestas sobre el trasvase del Júcar. Todo esto ya lo sabíamos, pero lo de las últimas semanas, ha sido de órdago.

Por un lado, tenemos a un buen número de representantes del PSOE y del PSC defendiendo los trasvases como una forma de garantizar el agua en tiempos de sequía. Sí, sí, pasándose por el forro la doctrina Narbona de los últimos cuatro años.

Al otro lado de la bancada, ahora tienen al PP, vía Consell, pidiendo que se aceleren las obras de las desaladoras que pueden afectar a ese engendro urbanístico llamado Plan Rabasa. O sea, clamando por aquellas "centrales nucleares del mar", en opinión del siempre flamante González Pons. Ahora sí, aquí sí, para dar la puntilla a la planificación de la ciudad de Alicante y arruinarla para las próximas décadas. En la planta proyectada en Torrevieja, sin embargo, que buena parte del agua va para los regantes, ésa no, que es muy mala. Ya ven, cosas de esta provincia.

Y los regantes del Vinalopó, ésos que gestionan los acuíferos más castigados de España, que están a punto de clausurar varias tomas por la salinidad, negocian con Danone para embotellar esa misma agua y venderla a euro la botella en toda España. Para regar no vale, pero el mercado 'gourmet', curiosamente, sí.

Todo esto sería cuestión de chufla si no fuera porque el problema del agua sí es real. Es lo único real, enterrado entre toneladas de discursos y escritos sobre la materia. Desde tiempos de los antiguos griegos se sabe que en el término medio está la virtud. Aquí lo mismo: un poquito de desalación, otro tanto de trasvase y el aderezo de los acuíferos y el problema se acaba. Claro, siempre que no sea el epicentro de una guerra política.

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