lunes, 11 de agosto de 2008

Matheson Files

Tengo la extraña sensación de que la ciencia ficción está en crisis. Después de la época dorada que fueron los sesenta, setenta y los ochenta, es hoy un género en busca de nuevas referencias. Como entusiasta que me considero del mismo sigo buscando asideros a los que agarrarme. De vez en cuando cometo errores de bulto, como fue el ir al cine a la nueva versión de Expediente X. El film es un insulto al espectador, que no respeta la más mínimas reglas de la cortesía o de la narrativa. Muchos dirán que me lo busqué, y tienen razón.

Pero el mismo día que maldecía los más de siete euros que gasté en la entrada, terminé una pequeña obra de aquellos tiempos dorados. Se trata de Soy leyenda de Richard Matheson. El libro me ha parecido muy superior a las dos últimas adaptaciones en cine, la de Richard Heston y la de Will Smith. Hay una tercera, de Vincent Price, con la que aún no me he topado.

En este libro, de 1954, me encontré lo que menos me esperaba. Un libro del fin del mundo, sí, pero también de vampiros, que sirve de epílogo a la literatura más profunda sobre la materia. Completa a la perfección a Stoker. Al tiempo, es una reflexión sobre los temores a lo propio y a lo ajeno y quién es el perseguido y quién el perseguidor.

¿Por qué hace tiempo que no encuentro lecturas o películas actuales que sean estimulantes en la ciencia ficción? ¿Dónde está hoy la delicadeza de Bradbury, el mesianismo de Herbert, la sapiencia de Asimov, la profundidad de Clarke? ¿Dónde?

Tengo mi particular, y por supuesto pretenciosa, explicación sobre esta crisis. La humanidad se empobrecido en cuanto a sus aspiraciones. Las decepciones han sido muchas y, aunque hay más motivos que nunca para creer en el ser humano, pocos quieren mirar a las estrellas. Pocos quieren enfrentarse a los hondos misterios que habitan en las esquinas de nuestra percepción, que es donde beben las mejores piezas del género. Nos sigue llamando la atención la astrología y los fuegos fatuos y por eso triunfan bodrios como los expedientes equis, los cógidos de Da Vinci y algunas soup opera. Pero cada vez nos acercamos menos a lo que hay un poco más allá.

El fenómeno OVNI se ha olvidado y del proyecto Seti nada se sabe. La inteligencia artificial parece descartarse como argumento (remakes aparte) y de las profundidades de la mente parecen sólo salir psicópatas. Nadie bebe en La Taberna del ciervo blanco. De El fin de la infancia que soñó Clarke nada parece quedar.

Quizá todavía seguimos siendo niños y pocos consideran prioritario crecer. O llegar a Marte. Se da el maniqueo argumento de que hay mucho que arreglar en la tierra. Cómo si el ser humano no se hubiera dignificado a sí mismo cuando ha mirado a lo alto.

Quizá ha llegado el momento de releer a clásicos como Matheson y como K. Dick. Y volver a mirar a las estrellas y preguntarnos si una máquina puede tener sentimientos. Al menos, a eso voy a dedicar lo que me deja de tiempo libre este verano de trabajo intenso.

5 comentarios:

Antonio dijo...

Al final no viste wall-e?
Mira que intenta ser un homenaje a peliculas del espacio espacial..

Saludos

Juanjo Marcos dijo...

Aún no. Pero casi lloro con KungFu Panda

Antonio dijo...

A mi también me gustó kunfu panda por divertida (que llevamos al primo chico de Ana y nos reimos mas que el).
Esta tarde si tienes un rato escapate con alguien a verla.. está a años, siglos, luz.

(si hay alguien de pixar leyendo por aquí..¡¡contratenme! :P)

Anónimo dijo...

Ah! ¿Pero las máquinas no tienes sentimientos? :-0
Pues yo vivo con algunas que, cuando menos, tienen personalidad propia...
Fdo: La niña chica.

Juanjo Marcos dijo...

Quién ha dicho que no los tengan? Sólo digo que cuando los tienen es un tostón.