Obama se reunió ayer con Clinton para tratar de reactivar la campaña. ¿Con Hillary? No, con su marido. Bill, el ex presidente. Una cosa entre hombres, para hablar a calzón quitado, que se suele decir.
Tratan de analizar atónitos el vuelco en las encuestas que ha generado Sarah Palin. Conservadora, con aspecto de corifeo de Mujeres Desesperadas, republicana y defensora de los rifles. 'Miss' de juventud y prematura abuela. Enérgica amazona que se ha llevado un buen puñado de votos. Se definió a sí misma como un pittbull con barra de labios y enloqueció a las encuestas. McCain empieza a ser el señor viejo que la acompaña. No sé si será brillante, pero seguro es una de las más geniales operaciones de fina mercadotecnia política que he visto. Al menos, tiene todos los visos de que va a hacer que pierda -junto con media Europa- una apuesta en las elecciones de EEUU.
Palin parece que se va a llevar buena parte de los votos que atraía Hillary, esa mujer perseguida por su ambición. Esa política de postín que eligió el más difícil de los caminos. El más ingrato. Y perdió.
Obama ironizó ayer con un viejo dicho americano. Aunque el cerdo se pinte los labios, sigue siendo un cerdo. Ya saben, como la mona y la seda. La gracieta, no se lo van a creer, no sentó muy bien a muchas mujeres del otro lado del Atlántico.
Después Obama se reunió con Bill Clinton para tratar de analizar qué pasa con la maldita campaña. Por qué pierde los votos demócratas de la mujer de su comensal.
!Cuántos misterios tiene ante sí el senador! Ni me imaginó dónde puede estar la respuesta.
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