Era algo que sospechaba que podía pasar. Temía que arreciara un nuevo ejercicio de ombliguismo en las imprentas españolas que, al final, se produjo. Un ataque casi diabólico en Bombay, que ha puesto patas arriba medio mundo y ha colapsado uno de los principales centros de decisión de Asia, ha sido, para la mayoría de los periódicos de España, un mal trago para Esperanza Aguirre.
No digo que el momento haya sido terrible y noticiable para la lideresa. Su testimonio es, por supuesto, relevante. Pero ante una desgracia -casi- global de tal magnitud, quizá muchos rotativos españoles han pecado de falta de miras. Han primado de nuevo la anécdota sobre la tragedia ¿Qué hubiéramos dicho de cualquier país que el 11-M hubiera reducido la noticia al mal día que pasó un político de paso? Pues eso hemos hecho.
Bombay parece que queda muy lejos para los informadores patrios. Sin embargo, las redes terroristas parece que han interiorizado mucho mejor que ellos y que varios Gobiernos que el mundo es global. Que más allá de la anécdota, el infierno que se ha vivido en ese país, nos salpicará antes o después. De hecho, puede que Aguirre sea mucho más consciente de ello.
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