De un tiempo a esta parte, hallo mucho más talento y guión en algunas series de televisión que en la mayoría de las pantallas de cine. Es el mundo al revés. Gracias al abanico de posibilidades abierto por la piratería y la venta masivas de series me he enganchado, como un fanático, a dos historias estos últimos años: Los Soprano y El Ala oeste de la Casa Blanca. Supongo que muchos habrán que critiquen estos gustos, pero los voy a defender con sendas teorías. Ha coincidido que en estas últimas semanas he acabado con la última temporada de cada una de ellas (séptima, en ambos casos), y me apetece hablar del tema.
1º. The West Wing. En muchas ocasiones he escuchado el apelativo de "americanada" con respecto a esta serie. Y es verdad. Pero es americanada para lo bueno y lo malo. Consigue explicar un complejo sistema político, tan alejado del español, de forma amena e intrigante Al tiempo, como buen producto americano, tiene moraleja ¿Es eso malo? No tiene porqué. La serie plantea un presidente ideal, premio Nobel de Economía incluido, con un equipo motivado por aspiraciones nobles. Juntos se enfrentan a un sistema ingrato y en muchos casos torticero que, ahora sí, está bien explicado. O al menos es verosímil. ¿Conclusión? Se puede hacer buena política si se tienen los redaños, las ganas y el talento para hacerlo. El sistema no es perfecto pero deja al buen gobernante margen. Si ha habido presidentes en EEUU malos de solemnidad (y unos cuantos se me ocurren) es culpa suya. De nadie más.
2º. Los Sopranos. Es una de las proyecciones más ricas en matices que jamás he visto. No conozco a ningún mafioso de New Jersey (como mucho he tratado con un par de chulos alicantinos). La macarrería, la suficiencia y, sobre todo, la doble moral están perfectamente narradas en la serie. La interpretación de James Gandolfini me parece perfecta. Cuando le veo en otros papeles me chirría. Él es Tony Soprano y creo que sólo Satán sería un papel que se le pudiera asimilar bien... con esa sonrisa tan fría. Junto a la hipocresia de estos brutos que se desviven por su familia, a la vez que la desangran, que van a la iglesia y violan todos sus preceptos, que fardan de testosterona y lloran cuando le vienen mal dadas; junto a esa hipocresia, digo, está la del resto de la sociedad. Que los critica y a la vez los teme y, sobre todo, los admira.
Confío en que en EEUU sigan haciendo series así, hasta que la cartelera resucite, al menos.
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