martes, 28 de agosto de 2007

Esta noche cenaremos con Plutón

Cuentan las crónicas, que no Hollywood, que con esta frase exhortó un redescubierto Leónidas a los 300 espartanos (más dos ayudantes medio esclavizados por cada hoplita de los que nadie se acuerda) el día que se sabía derrotado ante las huestes de Jerjes. En las Termópilas, ya saben. Les recomendaba desayunar bien, dada la inevitabilidad de visitar el infierno. Algo así siente servidor con la hora de cierre del diario. No hay fuerza en el mundo que la suavice. Fuera están los persas, ávidos de actualidad con la que hacer cambiar un periódico de arriba a abajo. Pero igual que le pasaba a Leónidas, el problema está en casa. Nadie se queja por tener que salvar a la civilización griega de forma heroica. Lo que cabrean son los líderes griegos, divididos y ciegos. Por falta de comunicación, planificación y principios arrojaron a unos cuantos insensatos a la muerte. Las decisiones de algunos superiores periodísticos tienen menos sentido que la que tuvo entonces pactar con Jerjes. Morir sin motivo por la daga de un lascivo guerrero persa es toda una contrariedad. En cualquier caso, creo que mañana cenaré con Plutón también. Le estoy cogiendo cariño.

Tontos por ciento

Alicante es tierra de profetas y adivinos. Hay más augurios en las páginas de los periódicos dedicadas a la economía que en la del horóscopo. Más deseo en boca de las patronales empresariales que el que se vislumbra en la sección de contactos. Hay algunas "fuentes" (con comillas sonoras) especialistas en abrir en canal a algún redactor para, con las vísceras de su carrera universitaria, arrojar algún tanto por ciento de esos mágicos. De esos que no vienen respaldados por ninguna cifra concreta detrás (o delante). De esos que no se contrastan porque los líderes empresariales locales dan para lo que dan. Y ahí están archivados en los pasillos de las profecías perdidas esa merma agrícola del 40% por la culpa de productos tan potentes en Alicante como el brécol. Esa catástrofe para los heladeros del 20% por las últimas lluvias en una campaña que dura un año (¡y que no dudan en vincular con la crisis hipotecaria en EEUU!). Esas pérdidas en las exportaciones de turrón a Estados Unidos del 50% por la paridad dólar-euro (y como todos sabéis no hay yanqui que después de una 'hamburguer' no pida un poco de turrón a la piedra). Pero qué sería de los medios escritos alicantinos sin las barrabasadas de Eladio Aniorte, José Luis Gisbert, Pedro Méndez o Ramón Jerez, sólo por citar algunos de los más señeros ejemplos de quiromantes que han logrado este verano titulares dignos del Coloso de Rodas. Los idus de agosto deben serles favorables. Los últimos augurios simplemente asustan. En este momento de crisis industrial, con la construcción renqueante, Alicante debería exportar al extranjero profetas y adivinos de los que le sobran. Y algún que otro jeta.

domingo, 26 de agosto de 2007

¡Quintilio Varo, devuélveme mis legiones!


Si hasta el mismo emperador Octavio clamaba en sus dependencias palaciegas por legiones perdidas en batallas en Germania, no es de extrañar que todo aquel que coordina en verano algún medio local clame entre las impresoras sin tinta por la plantilla ausente. ¿Dónde está la redactora de sucesos cuando los muertos afloran? ¿Dónde el sabio de economía cuando los cierres de compañías se suceden en una tierra de empresarios piratas? ¿Dónde el prócer de la política cuando se renuevan las cúpulas dirigentes? Supongo que en tierras barbaras, como las legiones de Octavio. Disfrutando de unas más que merecidas vacaciones de una empresa que todo lo soluciona con ese invento llamado becarios. Un bálsamo de Fierabrás que nada cura.

Este muerto no es mío, caballero

Las elucubraciones sobre el periodismo son tantas, tan dispares y -por lo general- tan gratuitas, que una más, no hará mucho daño. Desde mi humilde atalaya de la periferia mediática nacional creo que el principal mal que aqueja al periodismo no es la competencia de nuevas formas de comunicación, ni la presencia de los grandes magnates en los accionariados de las empresas, ni tan siquiera la 'tomatización' y el descrédito de la profesión. El principal mal que aqueja al periodismo no es otro que la soberbia de la mayoría de los profesionales. Embebidos de vanidad caminamos a oscuras aferrándonos a mil y un clichés. Y la gran mayoría nos consideramos listísimos y pontificamos sobre esto y aquello, equivocándonos casi siempre y no reconociéndolo casi nunca. Por eso es bueno que alguien nos ponga en nuestro sitio. A mí, esta semana, me dio una sonora colleja un cadáver. El enésimo crimen pasional del verano alicantino se produjo en una casa rural de la siempre indómita Vega Baja, con su consiguiente finado, anunciado por los servicios de emergencias, resonando en los teletipos. Todos los periódicos tratamos de desperezarnos, sacudir alguno de los temas 'congelados' que manchan el papel en agosto, y abordar un nuevo drama humano. El asunto se las traía: un austriaco cincuentón había matado a un alemán treintañero de una paliza por celos: se fijaba demasiado en una mujer. Eso sí, ningún periódico atinó hasta un tercer o cuarto intento (según) la localidad donde se produjo el suceso. Hasta tres municipios se barajaron en grandes titulares (Los Montesinos, Almoradí y Algorfa). Estos muertos maleducados parecen no entender de lindes ni de riberas, y caen en mitad del campo, así, sin avisar a las autoridades. Para mi archivo particular guardaré siempre la llamada del alcalde de Almoradí y esa declaración de gran estadista: "yo lo único que puedo decir es que ese muerto no es nuestro". Ni de ningún periodista, por lo que parece. Nos ha faltado contar el color de su ropa interior, pero no nos cuadra en el mapa, el muy muerto.