viernes, 21 de diciembre de 2007

Y próspero año nuevo


La creatividad de mi compañero Héctor, bien merece ser apreciada y difundida. Feliz Navidad a todos.

Callados

Dentro de la hemorragia de comidas y ágapes de Navidad en la que vivimos redactores y fotógrafos desde hace dos semanas, hay algo que bien podemos reprocharnos. No son los michelines que acumulamos inconscientemente ni el estado en el que quedan los textos con la modorra que genera una buena digestión regada de Enrique Mendoza. No. Debemos reprocharnos los silencios melifluos, cómplices y complacientes ante determinadas gracietas de los anfitriones. Estos días he visto a presidentes agrarios hacer chistes sobre las mujeres que van a Cuba y sobre si cierran o no las piernas. Comentarios sindicales sobre la homosexualidad como para poner los pelos de punta hasta a César Vidal. Incluso algún alto cargo de cajas ha esgrimido con clase un "son todas putillas". Vale. Somos invitados y son fiestas, pero en algún momento deberíamos poner a coto a tanta barrabasada.
O lo que es peor, el ambiente cómplice de las redacciones ha caído tanto en el chabacanismo que ya no nos damos cuenta. Todos incluidos.

sábado, 8 de diciembre de 2007

El famoso vídeo de los graneles del Puerto

Es llamativo aunque bastante tramposo

La noticia de la Navidad

Dentro de unas pocas centurias, nada se dirá de la práctica totalidad de las personas que pueblan los diarios patrios. Sin embargo, estoy convencido de que la riada humana que va de África a Europa se estudiará largo y tendido, con la perspectiva que dan los siglo y tras haber modificado las estructuras sociales de toda la tierra.

En la actual vorágine informativa, en la que la tragedia de hoy es un breve mañana, la llegada de pateras se ha convertido en algo cotidiano, al que los medios prestamos relativa importancia, salvo en los casos dantescos. Perdemos la perspectiva.

En muchos casos se trata de personas que inician su andadura en una ciudad remota de Nigeria, con lo puesto, con los hijos. Recorren buena parte de África para agolparse en las costas de Túnez, Argelia o Marruecos, para, con precios desorbitados, subir a pequeñas barcazas que recorren hasta en invierno las aguas del Mediterráneo. Muchos no llegan y los que lo hacen sólo tienen la promesa de un futuro mejor en lugares como Almería, Murcia o Alicante. A esa gente no se la puede parar. Como ha pasado en otros momentos de la historia, hay movimientos humanos que escapan a cualquier control y que modifican las estructuras de los países que dejan y a los que llegan. Ya ocurrió en Europa y Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX.

Desde este verano las pateras han empezado a llegar a la Comunidad Valenciana. Con la elegancia que caracteriza a la política local, el análisis de los prohombres de los que nadie se acordará en dos centurias se ha reducido a si hay los suficientes medios para interceptarlos. O no.

Ni por asomo nos planteamos que llama a nuestra puerta un nuevo orden mundial del que pretendemos no saber nada. Que las viejas normas en las que se ha asentado el desarrollo de muchos países y la miseria de otros tantos dejan de ser válidas.

Como decía el viejo aforismo del periodista, hace dos milenios y pico nadie estuvo en Belén para contar la noticia más importante de una nueva era. Seguro que los cronistas de antaño analizaban las veleidades de aquel general con aquella cortesana, o aplaudían a Pilatos por lo bien que se lavaba las manos. Pues lo mismo, lo mismo, nos ocurre ahora.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Me aspen

Voy a escribir sobre la polémica Noche de la Economía Alicantina. Lo hago porque creo que soy la última persona en la provincia en hacerlo. El discurso del 'sheriff' Valenzuela, en su 'saloon' favorito, y con todas las coristas presentes (servidora incluida) no me sorprendió. Enarboló una vez más la bandera del alicantinismo, y no se puede negar que cada vez hay más momentos en los que la tentación de acompañarle en la brega crece. Incluso creo que tuvo momentos de brillantez, aunque relegó a un anecdótico tercer plano unos premios que con tanta vehemencia defenderá el resto del año. Lo que me dejó ojiplático, patidifuso y estupefacto fue el siguiente discurso, el del Molt Honorable Francisco Camps, que se limitó a leer la perorata que ya tenía escrita desde casa (léase las dependencias de la Generalitat). Argumentos tenía, el discurrir de Valenzuela tiene aciertos pero también hace más aguas que el Titanic en muchos aspectos, en especial a la hora de abordar la responsabilidad empresarial. Sin embargo, Camps se centró en la Volvo Ocean Race. Si no me equivocó se trata sólo de una carrera de barcos que zarpa desde Alicante. Y nada más. Humo. Estelas en la mar.

¡Que me aspen si todo un presidente de la Generalitat, barón del PP en España, y el jefe del Consell elegido con mayor porcentaje de votos puede permitir que le afeen los datos económicos en el acto empresarial más importante del año en Alicante y no decir nada! Cifras tenía (algunas), cintura no. Para los complicados momentos que el futuro depara a esta Comunidad, confío en que su presidente tenga más arrestos en otros foros. Quizá si empezara por perderle miedo a la prensa y admitir preguntas en todos sus actos en Alicante, la próxima vez que se viera en un brete saldría más airoso.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Terruños

Siempre he sido persona de pocas convicciones. Las que tengo, suelen durarme poco, se me caen con el paso de los años. Pero hay una que permanece indeleble: la sinrazón del pensamiento nacionalista. Muchas veces se me ha acusado de 'españolazo' cuando he tratado de hacer ver mi punto de vista. Voy a intentarlo una vez más.

Todo parte de una lectura apasionada, hace ya muchos años, de Jon Juaristi y su 'Bucle melancólico'. Fundamento mis posteriores opiniones en las crónicas de Primo Levi y Jean Amery, que aunque parezca que no tienen nada que ver, opino lo contrario. Y las consolido en días como hoy, cuando muere un chaval en un hospital francés tras los disparos recibidos. Llámenme exagerado si quieren.

Creo con firmeza que el nacionalismo político es una forma de entender el mundo excluyente por naturaleza, expansiva por definición y dañina por el mismo concepto que la fundamenta. Requiere de un permanente agravio y de un 'enemigo', real o imaginario, para perpetuarse, ya sea la pérfida Albión, Madrid, París o lo que sea. Del nacionalismo cultural nada tengo que decir, aunque no me guste.

Sé que me dirán que hay muchas formas de entender el nacionalismo, que van desde el ridículo bigote de Toni Arques y el Bloc en Alicante hasta el Tercer Reich, dejando cerca a ETA. Por supuesto, se trata de una afirmación de perogrullo. Pero creo que la historia enseña que el pensamiento nacionalista, o se diluye o crece hasta consolidarse como hegemónico. No es algo nuevo.

El concepto de nación es un invento de la Edad Moderna y toda la mitología que lleva añadida es mentira, incluido el caso español. Todas las naciones se edifican en torno a un buen número de mitos falaces creados por intereses espurios. Con el tiempo, los usos comunes generan una serie de hábitos y elementos culturales que facilitan la convivencia.

Ahora bien, puestos a escoger un terruño, me quedaré siempre con el más grande y amplio. El que excluya menos. El que tenga enemigos más difusos. Así, debo ser una de esas dos o tres personas en el mundo que sienten europeas. En el sentido europeo de la palabra.
La creación de la UE, con todas sus carencias, creo que es un proceso de una madurez social sin precedentes, en el que las clases dirigentes entienden por primera vez que el beneficio del vecino también lo es propio. Que no es un enemigo y que, de hecho, es más lo que une que lo que separa. Sólo falta que este sentimiento cale en el resto de la sociedad. Algo que, con baches, creo firmemente que sucede.

Y sucede en un mundo globalizado lleno de pateras y mestizaje en el que España y las españas se pasan el día ensimismadas en su ombligo. No seré yo quien pelee por la unidad del país, pero estoy hastiado del debate de las identidades. Veo a unos niñatos de medio pelo amenazando con su diarrea mental y sus pistolas a toda una sociedad avanzada, la vasca y la española, marcando las agendas. Veo que no hay capacidad de ponerles freno. Veo un mercadeo con el modelo del estado que se camufla con cuestiones culturales y lingüísticas. Veo que se repiten excesos del pasado con cambio de bando. Veo, a fin de cuentas, que no se avanza.

Una de las grandes virtudes que yo veía en el ser español era que nadie se sentía tal. No teníamos banderas por la calle ni arengas públicas. Algo parecido a lo que ocurrió en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Es la misma apatía hacia los símbolos nacionales que hizo que Günter Grass se opusiera a la reunificación y fuera puesto a caldo. Es como si hubiéramos llegado a una madurez como colectivos basada en la culpa. En la vergüenza de todas las barrabasadas que en un país se cometen en torno a la nación, con sus héroes y sus mártires. Una forma de expiar los pecados cometidos. Los males del franquismo estaban demasiado próximos.

No tiene sentido cambiar ahora un ambiente de madurez como país, en el que se respetaba todo tipo de planteamientos (aunque empezamos a ir a peor), por nuevas señas. Más pequeñas, menos consolidadas, más agresivas e igual de falsas. Encima, se ha reactivado el siempre pernicioso nacionalismo español de la mano de todos los pequeños terruños emergentes.

Puedo estar de acuerdo en que el modelo del estado no está bien cerrado en España. Que la transición se hizo como se hizo por que era el momento en el que se hizo. Pero el debate no será fructífero (de hecho no será tal), hasta que se establezca como prioridad zanjar la cuestión terrorista y que no se mezclen los asuntos sentimentales con los monetarios, que son los que realmente zarandean el debate público y el 'sudoku' de los presupuestos. Y si se rompe España, pues que se rompa. Pero, por favor, que no se siga aburriendo a la ciudadanía, máxime cuando hoy ha muerto otro joven de veintipocos años.

No seré yo quien cuestione a nadie el uso del idioma y las formas de expresión culturales y sociales a las que cada uno se considera arraigado. Faltaría más. Pero tampoco, por defender esos derechos ninguneados en el pasado, aplaudiré que se vuelvan a cometer nuevos excesos. Y menos aún lo entenderé cuando esos excesos provengan de una izquierda confusa, que se mea en la lucha de clases y en la universalidad de los males de los más necesitados. Una izquierda, al final, que olvida que la Revolución Francesa empezó siendo universal y acabó con Napoleón. Que la rusa, empezó con la Internacional y acabó con Stalin. O lo que es lo mismo, que cuando se olvida que, por definición, el socialismo no entiende de fronteras, cae en excesos.

martes, 4 de diciembre de 2007

El artesano

A vueltas con los aniversarios, el otro día tuve la suerte de estar en Valencia en la celebración de la onomástica de la edición local. Allí, entre canapés, frivolidades y varios amigos, charlé un rato con Emili Gisbert. Cuando volvía hacia Alicante en coche pensaba en una lección que me dio este viejo zorro del periodismo de la que, seguramente, ni él se acuerda. Yo estaba recién llegado/llagado a Alicante e iba sobrado de ínfulas. En un momento, no recuerdo en qué contexto, con toda la imprudencia que da la inexperiencia me proclamé como "artista de la palabra", tras plantear un titular que me parecía muy ingenioso. Emili, socarrón y ajado, me espetó que lo más a lo que podíamos aspirar es a ser "artesanos de la palabra". Y tenía razón. Todavía no he escuchado una definición de esta profesión que me satisfaga más.
Gisbert me contó el otro día que está retirado y que se dedica a escuchar ópera y leer libros, dos actividades que le parecen tan creativas como componer y escribir. Además, asegura que ha vuelto a disfrutar al leer periódicos. Ni por asomo se me ocurrió preguntarle lo que opinaba sobre mis labores, para no llevarme un susto. Bajo su tutela no estuve ni siquiera un mes, pero me enseñó más que otros superiores durante años.
Emili es uno de esos viejos rockeros de la profesión de los que quedan pocos. De los curtidos en tiempos ajenos a la mercadotecnia. De los de noches sin sueño y alma sin descanso. A mí, que me han acusado alguna vez de "periodista de salón", lo que me admiran de verdad son estos maestros de tiempos pasados que yo sólo vislumbré. Lamento que las nuevas generaciones no tengan docencia de tanta calidad. La profesión, a buen seguro, se resentirá.
Otro periodista de parecido perfil del que disfruté fue el vascón Luis Muñoz, cuando todavía pululaba por Granada, en el Ideal. Sus exhortaciones a "estrujar las meninges" y a no enseñar "la patita peluda" de los prejuicios que todos llevamos dentro, aún caminan conmigo. A veces, incluso, redactan conmigo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Todos menos yo

El periódico El Mundo celebró el pasado viernes su fiesta de décimo aniversario en Alicante. Los salones del Castillo de Santa Bárbara vieron ese raro milagro de ver a todos los redactores de un diario contentos y felices. Todos menos dos, claro, servidor y el bueno de Sergio Sampedro, que nos quedamos como última línea de defensa del ejemplar del día. No fue por falta de ganas, aunque creo que nos resarcimos en la posterior fiesta.
Me hubiera encantado ver 'colibrieando' a Gema Peñalosa entre jueces, comisarios, cuerpos, agentes y algún que otro rufián; demostrando a todos lo que engañan las primeras apariencias y la magnífica redactora en la que ha mutado en los últimos dos años. Por allá, a buen seguro que pasearía su elegancia decimonónica Joaquín Núñez, ese hombre apreciado por tirios y troyanos por su buen hacer en la siempre difícil cancha del Ayuntamiento de Alicante. En algún rincón, con un cuaderno en la mano, me imaginó a Rafa Burgos, quien a veces todavía se asusta de sí mismo cuando descubre que le gusta ser periodista, aparte de un orfebre de las letras. Es un lujo para el diario tener entre sus huestes a alguien que se atreve con brillantes metáforas cuando trata los más dispares y arcanos asuntos.
Incluso creo que sonreía Ana Sánchez, que ese día supo domeñar su genio intratable, aunque no su permanente y quijotesca búsqueda de esas cosas tan extrañas llamadas verdad y honradez. Algunos alcaldes y ediles que por allí pululaban seguro padecieron algún reproche. A su lado pasaría Héctor Fernández, con ese aire de sobriedad castrense con el que actúa igual en una velada festiva o en las innumerables veces que sus denuncias a políticos le llevan al juzgado, donde siempre le han dado la razón y nunca se ha amilanado.
Otra persona a la que da gusto observar en estos eventos públicos es a Pablo Verdú, a quien siempre me ha gustado llamar el Bonaparte de las relaciones públicas. Elegante, atento e ingenioso, siempre tiene la palabra certera y la puya irónica. Todo esto, amén de ser el mejor periodista deportivo de Alicante y el extranjero, siempre que su pasión blaugrana no se cruza por el camino. De esta fuente bebe el impetuoso Francisco Escribano, llamado por todos como Paco el Negro, un tipo largo (no físicamente) donde los haya, al que tendrán que seguir de cerca por todo lo que promete.
También teníamos un galáctico, y no lo digo sólo por los zapatos y la corbata plateada. El delegado de Alicante, Miquel González, vivió su particular bautismo de fuego. Lo superó con creces y sólo apunta buenas maneras. Y si me quieren llamar pelota, ahí tienen los comentarios del blog. Especialmente grata fue la visita de Paco Pascual (para entendernos, Paco el Blanco), que ha trascendido la prensa local para erigirse en prócer nacional. Y a pesar de todo, aún sigue criticando mi atuendo cada vez que le veo.
También fue un gustazo que nos visitarán Amparo García (que hizo las veces de presentadora) y Cristóbal Toledo. A los dos los consideraré siempre de la casa. Ahora más que nunca. A pesar de todo, no dejaré nunca de lamentar su marcha y de reprocharles que no se acuerden de las comarcas del sur más a menudo. De Toledo sólo puedo decir que es la persona con la que más a gusto he trabajado y la que entendía con más naturalidad este extraño oficio nuestro. Ahí queda eso.
Una de las cosas que más me gustó de la velada es que las últimas 'incorporaciones' a esta casa se empezaran a soltar el pelo. A Raúl Navarro se le soltó en forma de cresta, y por unos instantes abandonó ese rictus profesional y comedido. Y nuestra colivenca por excelencia, la buena de Salu, nos dio a todos una lección de aguante. Supongo que es por el entrenamiento de soportarnos a todos en el día a día. Por último, no puedo dejar se señalar que las nuevas generaciones, Sampedro y Tere López, demostraron un acoplamiento al equipo digno de halago. El mismo que el fotógrafo Cristóbal Lucas, una de las personas más queridas de la redacción. Lo mismo que Roberto Pérez, a quienes sus responsabilidades paternales no le permiten trasnochar.
Paso tantas horas con todas las personas aquí enumeradas que el tópico de la pequeña familia es, cuanto menos, obligado. Les veo más que a mi familia y a mi novia. Eso no es bueno, por supuesto. Este oficio en precario permite pocos momentos para poder decir todas estas cosas.
De todos modos, sí que considero como algo encomiable que sean todas ellas personas a las que respeto y aprecio. Con las que discuto hasta el infinito, así es mi carácter, pero para los que guardo un pensamiento siempre de cariño. Peñalosa seguirá sacándome de quicio (y viceversa), mientras Sánchez y Fernández me mirarán de vez en cuanto con reproche. Burgos seguirá corrigiéndome la ortografía y Núñez censurará algún que otro titular. Y lo harán mientras ellos quieran, que se han ganado el derecho a ello. Igual que Paco el Blanco a mofarse de mis combinaciones de colores. Dentro de esta profesión, que tiene tantas y tantas carencias, hoy me siento realmente orgulloso de mis compañeros.
No puedo dejar de acabar esta interminable crónica -si es que alguien ha llegado hasta aquí- sin mencionar a las personas que ya se fueron, pero que merecen una parte de este décimo aniversario que, afortunadamente ya acabó. Mi recuerdo en la jornada fue, sobre todo, para Olga de Nova, Joaquín Rocamora, Angels Juan, Lucas Verdú, Mariajo Núñez y Luismi Sánchez. Cada cual elija los suyos.

sábado, 27 de octubre de 2007

Fuerza y honor

Los afectos y desafectos del ser humano son una cuestión poco estudiada. Un día te enteras de que el vecino del sexto ha tenido un infarto y le dedicas escasos segundos de pensamiento. No te alegras, sólo faltaría, pero la noticia no llega a interrumpir el caótico devenir del día a día. En otro momento te cuentan que ha fallecido en Madrid un albaceteño de 41 años al que no habías visto en tu vida, y sientes como se tambalean las pequeñas estructuras que componen tu rutina. Algo así me ocurrió al conocer la muerte del conductor de la 'La rosa de los vientos', Juan Antonio Cebrián, un programa de radio al que me había 'enganchado' hace seis años. De repente había perdido dos citas semanales (antaño diarias), en las que servidor se sentía cómodo. Tranquilo en medio de la vorágine.
Un programa de radio donde se habla de esas cosas que uno quiere escuchar. De ésas que se disfrutan en una sobremesa con amigos, con copa y puro. Un poco de historia, otro tanto de misterios, dos pizcas de ciencia, un chorrito de espionaje y todo sazonado con humor, ironía y respeto. La receta parece sencilla, como la de la tortilla de patatas, pero ¡ay! amigo qué pocas tortillas se pueden degustar hoy día hechas con cariño y profesionalidad.
La radio me ha dejado huérfano. Si fue difícil la marcha de Gabilondo por las mañanas y peor el sustituto elegido; ahora tengo otro hueco en el dial. Si acaso me queda Alsina por las tardes, pero poco más. Me sorprende que los sabios del 'marketing' de las comunicaciones no se hayan percatado todavía de las enormes sinergias que puede crear un programa como 'La Rosa de los vientos'. Quizá el cómputo total de oyentes sea menor que algunas de las recopilaciones de miserias humanas que pululan en las ondas (y no por mucho margen). Pero a cambio se crea una de las comunidades más activas en la red, dispuesta a gastar sus buenos euros en libros y revistas.
Le auguro poco futuro a 'La rosa de los vientos' a partir de ahora, y que me perdonen los sustitutos, ya que será complicado encontrar un conductor tan acertado para estos asuntos. Ese tipo de locutor que se implica en todo lo que trata, que domina las materias, pero que mantiene una margen de elegancia e incluso de ironía ante los asertos de sus imprudentes colaboradores. Cebrián se encontraba en su mejor momento profesional y tenía conmigo (y cientos de miles de 'conmigos') dos citas a la semana que esperábamos con impaciencia. Nunca le conocí pero le respetaba en muchos sentidos.
Aunque suene muy egoísta, hay una pregunta que me hice nada más conocer la noticia y que sigue sin respuesta: "¿y ahora qué hago?". De momento, no hay alternativa, así de limitada es la radiodifusión española.

lunes, 8 de octubre de 2007

Lloviendo piedras

Estos pasados días se ha producido en Alicante un fenómeno curioso, que ha inquietado a sesudos expertos y analistas desde Viena a Wichita. Llueven piedras. Así, como lo oyen. Este hecho no pillará por sorpresa a los usuarios del tranvía de Alicante que vieron como un enorme peñasco de cuatro toneladas a punto estuvo de llevarse por delante un par de vagones. O al obrero que en Elda fue herido grave por el golpe de una piedra en la cabeza. O al aquejado en Orihuela por la misma razón. No se equivoquen, no se trata del inclemente granizo, que nos recuerda cada año lo pequeños que somos cuando la madre tierra se cabrea. Son piedras, tan duras como la mollera de muchos de nuestros allegados; e incluso la propia. Alguien malpensado podría pensar que las piedras se caen cuando se construye a la ligera. Con poco cuidado y menos concierto.
Quizá sea una casualidad, pero este extraño fenómeno coincide con la explosión -detonación- de la burbuja inmobiliaria. El 'boom' ha hecho 'plof'. A uno le da por pensar que la tierra del ladrillo por excelencia se resquebraja y el castillo de naipes (con campo de golf, piscina y centro comercial) en el que vivimos se cae por su propio peso. Es un hecho que a casi nadie sorprende. Hay un consenso generalizado, salvo en esta provincia, al destacar que en el litoral mediterráneo, con Alicante a la cabeza, se ha producido un exceso constructor. No es que desde aquí coincidamos con los que ven cuernos y tridente en los consejos de administración de Llanera, Astroc y las que vendrán (Lubasa y Polaris, os esperamos). Algo de culpa tenemos todos en la crisis en la que estamos entrando y que irá más. Y si no se lo creen, esperen a que llegue 2008 y la inercia de los años expansivos concluya.
Así que no es malo que lluevan piedras en una tierra donde la autocrítica ha brillado por su ausencia, incluso cuando el Parlamento Europeo vino a sacarnos los colores. La reacción fue madura y equilibrada como suele ser en estos páramos: la culpa es del mensajero y los eurofuncionarios son muy malos.
Por eso pido pedradas para todos los que quieran mirar hacia otro lado. Un canto a la cabeza de los dirigentes empresariales y políticos de la Comunidad (cajas incluidas), a ver si así despiertan del ensimismamiento en el que habitan (eso sí, con campo de golf, piscina y centro comercial).
Y un buen peñasco a los medios empecinados en poner paños calientes a una herida tan grande.

Discussion/debate

Últimamente discuto mucho. Hay quien dice que estoy estresado y otros me tildan de desubicado. Doctores tiene la prensa. Discuto, por ejemplo, con mi ordenador todos los días; un viejo compañero de fatigas que se ha puesto en huelga. Tras tanta espera conjunta, divagando sobre esto y aquello, me envía soflamas de protesta a la pantalla. Digamos que estará de baja un tiempo y que eso repercutirá en mi producción en esta página. Al no tener ordenador con el que conversar, he mantenido animados debates con la televisión. La he insultado con desprecio cuando he visto cómo descuartizaba a Antonio Puerta o a la familia McCann o cualquiera que se atreviera a pasarse por esa ventana ciega. La he aplaudido alguna vez, como con un documental sobre personas desaparecidas o la enésima reposición de 'Con faldas y a lo loco'. Y, sobre todo, he perdido monumentalmente el tiempo. En valenciano y en castellano, para que luego se me acuse de boicotear la producción local.
Cómo no podía ser de otra forma, he vuelto a pelearme también con la actualidad. No dejará de sorprenderme el uso que hacen los gobiernos de turno de las fuerzas de seguridad y la vida judicial. No seré yo quien rompa una lanza por la bastarda izquierda abertzale, pero creo que se la alimenta cuando las decisiones sobre su entorno dependen tanto del momento político. Tampoco me verá nadie quemando fotografías de monarca alguna, ni de los descendientes de Witiza ni de Juan Carlos I. Ahora bien, tampoco elevo a categoría de problema nacional estas protestas. A todo aquel que cometa un delito, individual y punible, que le caiga aquello que se llamaba el Impero de la Ley. Pero a las colectividades que opositan al martirologio, no les daría tantos gustazos.
Puestos a discutir, tras recibir alguna colleja de mi novia y algún sereno reproche de mi madre, me he encarado con mis libros. Como dijo el sabio hay que leer menos y releer más. Siguiendo esta directriz he mantenido una sonora trifulca con mi clásico por excelencia: Antonio Machado. Y uno de mis poemas favoritos:
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

He pensado en estos días que a este maestro de maestros de Mairena le falta un grupo vital. Está la gente que destruye, sí, nefasta. Está la gente que pasa, sí, entrañable. ¿Pero dónde se deja a los que construyen? A los que quieren dejar su impronta en aquello que hacen, no por soberbia (o sólo en parte), sino por el ánimo de que las cosas de su alrededor mejoren. No quemando fotos, banderas, amedrentando, asesinando y pendientes de agravios ficticios; tampoco pasando indiferentes al lado; sino con el ánimo de acabar con una lacra con la que se toparon. Desde lo global a lo particular todos vemos a personas de este tipo (personalmente lamento no poder incluirme), y su presencia se echa en falta cada día más en ámbitos de todo tipo: políticos, sociales y sobre todo sindicales y periodísticos.
Y si no están de acuerdo, lo discutimos.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Balones fuera

España es un país de peloteros. No lo digo por observar semanalmente al país paralizado tras un balón. Ni por ver cómo nos desvelamos por el estado del pubis de cualquier mediocentro de mediopelo de algún equipo sin mediaostia, mientras ignoramos cómo avanzan las pateras por el litoral mediterráneo (a Benidorm han llegado, ni más ni menos). Lo digo por la facilidad con la que los problemas se nos escurren de las manos. Eso tan castizo de 'pasar la pelota', 'esquivar el marrón' o 'escurrir el bulto'. ¿No se habían dado cuenta? Nadie tiene culpa de nada. La historia de miserias que encadenamos y la triste realidad que padecemos se producen por el libre albedrío y el azar. La Generalitat Valenciana culpa al Gobierno central de todos sus males; el ejecutivo, a la desleal oposición; los 'populares' son capaces de retrotraerse al 11-M. Y entre medias, todo un país de llorones que atribuye a Bruselas, la globalización, el cambio climático o al FMI sus cuitas. Ahora bien, soluciones, pocas. Tras tantas quejas, también se perdió la autoridad moral para dar un puñetazo en la mesa, cuando realmente es necesario.
Los agricultores lamentan las lluvias que no llegan y los hoteleros la caída del gasto turístico. Los comerciantes, con su bendita hipocresía, denuncian que a Alicante llegan lo que llaman como turistas de bocadillo. No puedo entender cómo la 'jet set' europea prefiere Niza, el Caribe o la Polinesia a los excelsos chiringuitos y colmados que se arremolinan en torno a las playas y el ladrillo. Nadie hace autocrítica, ni revisa sus aciertos y fallos. Y así, el mar de lágrimas sigue avanzando, y el escaqueo es la mayor de las artes de la cultura empresarial patria.
Hasta un conseller tan válido como José Ramón García Antón aseguró sin que le temblara la voz que no tiene nada de lo que arrepentirse tras el accidente del Metro de Valencia, pues la culpa fue sólo del conductor.
Todos llorando y la prensa como pañuelo donde enjugar las lágrimas, aunque la tinta nos manche a todos. Cubierto de tizne, si me permiten la frivolidad, creo que en este país sobran peloteros y faltan pelotas para reconocer los fallos propios y tratan de enmendarlos. O como se decía antaño, un poco de vergüenza torera.

Ma non troppo

Después de tanto buscar en la actualidad una explicación al desvarío en el que vivimos, he encontrado una de las argumentaciones que más me han satisfecho en un libro escrito por un italiano ya muerto. Suele pasar, todas las dudas que uno tiene siempre estaban ya resueltas en libros de griegos o italianos muertos. En este caso se trata del economista Carlo M. Cipolla (1922-2000) y su obra que no pretendía ser tal, 'Allegro ma non troppo', donde desarrolla sus ya legendarias leyes de la estupidez humana. La máxima es clara: el estúpido es el ser humano más peligroso que hay, por encima del malvado. A fin de cuentas, el malvado busca un beneficio propio y se le puede prever y combatir. El estúpido, por el contrario, viene definido como la persona que con sus acciones perjudica al prójimo sin sacar ningún beneficio. Por eso no se pueden anticipar sus movimientos. Cipolla añade que hay un número constante de estúpidos en cada grupo humano, independientemente de credo, sexo, religión o nivel educativo. Las clases dirigentes también están incluidas en el sesudo entretenimiento del sabio italiano, que no por gustar de la ironía pierde un ápice acierto (como ya le ocurriera a Peter con su Principio).
La diferencia entre las sociedades que avanzan y las que están en declive radica, añade el libro, en que en las primeras las personas inteligentes ocupan altos puestos de responsabilidad y controlan a los estúpidos; mientras, en las segundas, los malvados quieren aprovecharse de los estúpidos. Y fracasan. El carácter impredecible de la estupidez hace que no se valore en su justa medida el daño y perjuicio que genera. Por cierto, las personas inteligentes vienen definidas como esas que logran un beneficio propio con una acción que genera provecho también para el prójimo.
Así que ya lo veo claro, sólo una sociedad decadente como la nuestra puede ser tan obtusa, a escala mundial, nacional y provincial. Tres breves ejemplos:

  • El mundo cambia, hay oleadas de pateras surcando el mediterráneo y Argelia es sacudida por las bombas, pero en Alicante (a unos pocos cientos de kilómetros) sólo se habla de las medidas de seguridad del 'ferry' a Orán.

  • China e India invaden los mercados del mundo, las fronteras europeas son permeables, la información y las finanzas son libres en el ciberespacio, pero la actualidad española, anclada en el siglo XIX, debate sobre conceptos como nación o preámbulo. Cansinamente. Y se pierden personas inteligentes, como es el caso de Josu Jon Imaz, en detrimento de más estúpidos.

  • La política dejó de ser el reino de los mejores y quedó como una villa de retales. No negarán que han visto a estúpidos en puestos de responsabilidad y representación. Todos los colores políticos están incluidos. Un breve surtido: Julio de España, Joan Ignasi Pla, Ángel Acebes, Roque Moreno, la ex ministra Trujillo, el teniente Trillo, Llamazares, el 95% de la corporación municipal y Susto Nieto, capitaneando la marcha.

Los malvados pensaron que podrían rodearse de estúpidos para controlar las cuotas de poder y de miserias de las que se compone el poder local. Para ello contaban con nosotros y nuestros estúpidos votos, que no castigan la incompetencia. El maestro Cipolla recuerda que una de las características del estúpido es que no se reconoce como tal. Quizá debería haber incluido algún tipo de 'test', que servidor tiene dudas sobre sí mismo. Me cuesta entender como puedo permanecer atónito ante tanta barrabasada que me rodea. Menos mal que tenemos a los griegos e italianos muertos para explicarnos las cosas de nuestro día a día.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Militancia periodística

Al contrario que muchos de mis compañeros de trincheras (a un lado y a otro), nunca he sido hábil a la hora de trazar estrategias informativas. Eso que llaman 'posicionamiento' y que hace que el redactor de turno se arrime a un árbol con sombra, al caballo ganador, al que le ayude en un brumoso futuro informativo y empresarial. Sí, sé que este tipo de cuestiones están fuera de toda ética profesional, pero que los exegetas de los manuales de periodismo pasen una semana en la prensa local; luego me lo cuentan y se posicionan.
Mantener una actitud equidistante es complicado y agotador. Unos te consideran servil, otros revolucionario. Y tú, que sabes que no eres ni lo uno ni lo otro, dudas de todo. Por ejemplo, la prensa de Valencia nos ha dado estas semanas una muestra de más de su militancia. Ha caído la cabeza de uno de los prebostes de las finanzas valencianas, el director de Bancaja. Ningún periódico ha acertado a explicar los profundos motivos por los que se ha desempolvado la guillotina. Ni acertará. La prensa de Alicante es radicalmente opuesta, y si discrepan, recuerden cómo fue el cese de José Luis Gisbert. Siete años han pasado y todavía resuenan los ecos.
Quizá el canibalismo de esta terreta sea excesivo. Aunque también, quizá, es que la actualidad local no invita a otra cosa, con Terra Mítica saliendo de la UVI, las cajas de plañideras, los zaplanistas enrocados y ajenos a esa molestia que se llama votantes, y los socialistas negociando sus miserias (por Dios, que alguien le quite los carnés de la rosa a Martín Sevilla y Fernández Valenzuela).
La CAM, la caja de todas las batallas, inicia esta semana el debate de las cuotas participadas y los periodistas tendrán que posicionarse. Ingenuo de mí, pensaba que estaba del lado del lector (en muchos casos cliente de esa caja), pero mis superiores tienen otra opinión. Así que perderemos toneladas de papel y de tiempo en esas intrigas palaciegas que protagonizan muchos labriegos de las finanzas. Con sus cubatas, sus aires de Rodolfo Valentino, sus especias, sus ínfulas alcoyanas, sus manejos murcianos, sus tarjetas-oro fundidas y sus redactores acólitos. Ya les he dicho que dudo de todo, y eso, en la actualidad, es un feo vicio. La objeción de conciencia llegó al ejército pero no a la prensa escrita.
PD. ¿Para cuándo un auténtico debate sobre lo que deberían ser las cajas y su obra social, como entidades semipúblicas, y lo que son, con inversiones multimillonarias en el Caribe, participaciones en Unión Fenosa y touroperadores alemanes?

viernes, 7 de septiembre de 2007

La ciudad abandonada

Alicante es una ciudad extraña. No es turística ni industrial. Sólo tiene tres calles adecentadas y lo demás se cae. No como las ruinas de una antigua civilización orgullosa, sino como las piezas de un Tente en manos de un niño poco habilidoso. Es uno de los pocos lugares de España donde nunca en la historia hubo un grupo social lo suficientemente rico y comprometido como para elevar un proyecto común, una referencia; léase catedral, universidad de prestigio, palacio etc. Ha sido una tierra pobre, endémicamente egoísta y ensimismada. Por todo esto, no debe sorprender el que sea un paraje abandonado que sobrevive gracias a las playas, el sol y los despistados. La última década ha sido aprovechada por las urbes del entorno (Valencia, Murcia o Elche) para remozarse y dar un decidido paso hacia la modernidad. Y no me preocupa que Alicante siga igual, sino lo poco que parece preocupar al vecindario, que sólo encuentra éxitos en los fracasos ajenos. La ciudad se deja llevar y el patrón de la nave (el alcalde), ni está ni se le espera. A Luis XV hace tiempo que le dejó de preocupar la gestión. Lo mejor que le puede pasar es que se marche sin acabar la legislatura y sin pasar por la aduana. A Alperi le sucederá su delfín, Sonia Castedo, y quizá insufle nuevos aires al depósito de cadáveres en el que se ha convertido la casa consistorial. La oposición está aún peor y desde que el PSPV tuviera su enésimo fracaso electoral nada se ha vuelto a saber de Etelvina Andreu, que debe andar mendigándole a Bernat Soria que la readmita como científica. A los socialistas lo mejor que les podría pasar es que también corriera turno, pero no al número dos, por su bien, sino al tres. Carmen Sánchez-Brufal es de la poca materia gris que les queda después de gestionar mil derrotas sin esperanza de victoria. De Esquerra Unida y de los tres niñatos que parecen capitanearla, si me lo permiten, no les hablo, que duele. Mientras, la ciudad sigue abandonada y a nadie le importa. Se puede pasear por la Explanada un domingo, después comer en algún chiringuito en San Juan y por la tarde ver al Hércules CF pifiarla. La vida sigue en Alicante, una ciudad extraña, llena de extraños, entre los que me encuentro. Todos sepultados bajo el cemento, el mal gusto y constructores de corte chabacano. Todos huérfanos y absortos en nuestro ombligo.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Se me pudre el estilo


Recuerdo, hace mucho tiempo, en uno de esos días de otoño en los que entraba temeroso a mis primeras clases en la facultad de Periodismo, que ya me lo avisaron. Un infame profesor de Publicidad (Juan Macià, a más señas) nos dijo que nos encontrábamos en el peor lugar para todo aquel que tuviera ínfulas literarias. Reí entonces con desdén y me equivoqué. Aquella sala estaba llena de novelistas y poetas equivocados, que están hoy en las redacciones, frustrados. Aunque ahora parezca que quiero parecer ingenioso, no hay nada más lejos de la realidad. Se pudre mi estilo, si es que alguna vez llegué a tener algo que se le pareciera. Las palabras se escurren entre las galeradas y dudo cada vez más de la corrección e idoneidad de cada una de las teclas que presiono. Caigo en fórmulas manidas y preconcebidas de esas de las que abjuraba no hace tanto. Todos los titulares se parecen peligrosamente al de ayer y al de mañana. "Fulano exige a Mengano que...". "El Ministerio de Fulanismo alerta de la inminente...". "La crisis de los zutanos fuerza a menganear...". Y en ese plan. Cuando caigo en la cuenta de estos desvaríos busco palabras ignotas que encajan mal en el texto. Erratas al margen, desperdigo sin ton ni son signos de puntuación y aún me arrogo el derecho de sentar cátedra ante la becariada expectante. Algo no funciona bien cuando la profesión se convierte en el principal deformador (exterminador, me atrevería a decir) del idioma. Juro a la sufrida audiencia que mi intención era la de escribir con algo de donaire. Pero la prensa local no invita más que a una producción en masa, en la que se llenan páginas con mayor o menor acierto. Hay ciertas excepciones, a las que tildaría de resistencia numantina. Ahí tienen a Rafael Burgos, que aún se atreve a hablar de un "sol lechoso de horchata vahída", para hablar de un día nublado. O que ensalza la "paciencia de tabaco de liar" de un funcionario público. Brindo por él y durante la noche de hoy, a modo de penitencia, repetiré mis dos particulares letanías a este respecto. Necesito recuperar la palabra y el verbo exacto, bien en prensa escrita bien en el ciberespacio.

Después de este desorden impuesto, de esta prisa,
de esta urgente gramática
necesaria en que vivo,
vuelva a mí toda virgen la palabra precisa,
virgen el verbo exacto con el justo adjetivo.
Que cuando califique de
verde al monte, al prado,
repitiéndole al cielo su azul como a la mar,
mi corazón se sienta recién inaugurado
y mi lengua el inédito asombro de
crear.
(Rafael Alberti)


¡Intelijencia, dame
el nombre exacto
de las cosas!
... que mi palabra sea
la cosa misma creada
por mi
alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las
cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Intelijencia, dame el nombre
exacto,
y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas!
(Juan Ramón Jiménez)

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Mr. Chance en la patronal

Las patronales y asociaciones empresariales de la provincia merecen una novela. Bufa, pero novela. Se trata del reino de las mediocridades y de las miserias compartidas. Con estas premisas a nadie le debe extrañar que ningún empresario de peso acuda a la primera fila de representación. De ahí que lleguen a lo más alto en estas bajuras muchos émulos de Mr. Chance Gardiner, aquel genial personaje interpretado por Peter Sellers. Una persona cuya única ambición es cuidar plantas, sin más entendederas ni inquietudes. En un absorbente final acaba a las puertas de la presidencia de los EEUU, como persona de consenso. Algo así ocurre en muchas asociaciones empresariales. Con sonrisas de monaguillos y modales de 'boy scout' se puede llegar a cualquier parte si nunca se ofende a la línea oficial. ¿Dónde está el empresariado de postín? ¿Dónde los Roig o los Solans que lideran estos colectivos en otras provincias? ¿Dónde las empresas de más facturación de Alicante? Ni en patronales ni en cámaras los verán.
Mientras Mr. Chance, sin decir ni hacer ni decir nada brillante, sigue escalando posiciones. Ahora bien, prefiero a Mr. Chance que al Dr. Strangelove que habita en alguna Cámara de Comercio.
¿Y los periodistas? La mayoría ignora estas cuestiones. Los que las conocen suelen estar atados de pies y manos. Y los que no, atacan a destiempo y sin paracaídas.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Son los contenidos, estúpido

Muchas veces nos hemos maravillado de que Julio Verne o HG Wells intuyeran con décadas de adelanto los derroteros por los que iría la ciencia. Hay muchos que aseguran que todo lo que ha descubierto un ser humano, otro lo había imaginado antes. Sin embargo, es muy curioso que las dos grandes novedades tecnológicas de los últimos años no aparecieran en ninguna obra de ciencia ficción que yo conozca. A saber: la telefonía móvil e Internet. La mayoría de los escritores del género buscaron la nueva mente del emperador y hay 1.001 libros sobre inteligencia artificial, un área que no se ha desarrollado como se esperaba. Pasaron 1984, 1999 y 2001, llegaremos a 2010, pero Marte y los viajes espaciales parece que se alejan. El sueño de las estrellas acabó sepultado bajo toneladas de burocracia y de embrutecimiento. Tampoco he visto muchos teléfonos con televisión, ni teletransporte, ni la ciudad de la que se fugaba Logan y que poblaba mis sueños de adolescencia.
Por el contrario, la blogosfera en la que ahora doy mis primeros -y titubeantes- pasos sí que tuvo su antecedentes, en la saga de Ender. Es curioso que el maestro Scott Card intuyera las posibilidades de una red mundial a la que todo el mundo pudiera conectarse y verter sus opiniones. También intuyó que esas redes seleccionarían a sus propios líderes.
La falta de días libres hace que cuando tengo horas muertas me dedique a las más fútiles tareas. Así, he pasado dos días hurgando en blogs ajenos, como un 'voyeur' que observa por ventanas del vecindario. Sólo en Blogger hay más de 1.600 personas de Alicante que comparten ese diario silencioso, común y, sobre todo, desinteresado y generoso. La mayoría casi no tienen comentarios, y 'Prensados' no es una excepción. Otros son auténticos baluartes de las interactividad y el concepto de comunidad. De esos 1.600 pase, por recomendaciones, a todas las partes del mundo y a casi todas las inquietudes. Lloré con señoras mayores que cuentan su rutina, flipe con la adolescencia pasota, orgullosa e impredecible, y encontré un millar de personas a la que les gusta debatir sobre el periodismo. Valores elevados, gentiles, egoístas, estúpidos y hasta tántricos. Como la vida misma.
Cuando alguien me vuelva a hablar de la crisis por la que pasa mi profesión, recordaré este fin de semana de inmersión tecnológica. Hay una creación y demanda de contenidos mayor que en ningún momento de la Historia. Ficción y no ficción. Y estoy convencido de que los profesionales en la generación de contenidos que no se cierren en banda a nuevas formas de expresión y tendencias siempre tendrán un hueco.
La blogosfera nos quiere, aunque no lo parezca.

PD. De todos modos, mi inmersión tecnológica tiene sus límites y en este diario mudo no veréis muchas fotos y vídeos. Que uno es carlista por estética, como Valle Inclán

Ahogados en el desierto

Dentro de la larga lista de debates estridentes, estresantes y estériles que asolan la provincia de Alicante, el del agua es el peor. No hay político que vea un micrófono delante y evite dar su particular visión. El mensaje que llega al micrófono es más simple que el de Tata Golosa: la culpa es de los otros. Y tanto el PP como el PSOE se pasan por el forro a las instituciones y el sistema de licitaciones. Los proyectos aprobados se torpedean hasta que caen, ya sean desaladoras o trasvases. Parece que por insistencia, y machacando al personal, los 'populares' han logrado llevarse el gato de los votos al agua, pero todos tienen mucho que callar. Como los regantes cuyos negocios están más en la promoción de polígonos industriales y en pelotazos urbanísticos que en los nabos y zanahorias, como antaño. Mientras, el PSPV no logra articular un discurso mínimamente coherente, y los alcaldes que le quedan hacen de su capa un sayo. Por no hablar de los talibanes, tipo Eladio Aniorte (Asaja) o José María Marugán (Acuajúcar), que se desprestigian a sí mismos y a las entidades que rigen cada vez que hablan. Al menos este verano ha llovido un poco más. Esperemos que dure, pues la solución de la endémica carencia de agua de la provincia tendrá que llegar del cielo. Nuestros políticos, ni están ni se les espera. Como mucho, podrían vestirse con plumas y realizar alguna danza india. Sería más útil que el cansino debate del día a día. Y mucho más entretenido.

Mortal, aunque nos pese


Dentro de cien años puede que un niño abra un libro de texto (sí, aún tendremos libros) y lea a Francisco Umbral o sobre Francisco Umbral. Puede que entonces sepa sobre 'Mortal y rosa', entonces lea, y sienta ese rasguño en el corazón. Esa certeza de que algo no anda bien en esta vida que compartimos y que no hay mucho que podamos hacer. Puede que sienta el desgarro de una culpa que no se acaba de entender.
Incluso estudiará sus artículos, que tendrán un regusto costumbrista y añejo, como para nosotros Mesonero Romanos o Mariano José de Larra. Sin embargo, también verá afán de trascendencia, como ocurría sólo con Fígaro. Los historiadores rebuscarán entre los legajos de El Mundo para tratar de entender la enésima crisis finisecular de este país, que seguirá arrastrando su triste historia. Literatos y estudiosos de la lengua se perderán en los oscuros usos que hizo del idioma, esa herramienta dúctil a su antojo.
Ese pequeño de futuro incierto nada sabrá de casi todas las personas que hoy acaparan las portadas y los titulares. Los mendaces políticos, los nacionalistas patéticos, los portavoces histriónicos serán olvidados por la historia con desdén inmisericorde. Y quedará Umbral y 'Mortal y rosa'.
Las noticias nos afectan de modo curioso y extraño. Un avión cae en la India, una matanza sacude Irak o muere un futbolista sin que mis anestesiados ojos sientan mella. Pero saber que mis mañanas se han quedado huérfanas de madre (de padre aún tengo a Forges), me ha aturdido.
Me había acostumbrado al lujo de tanta columna tras columna. Tras columna.

Coplas al traslado de Paco

Como suele pasar con las personas con las que sintonizamos, mil y una veces no estuve de acuerdo con él. Francisco Pascual trasciende el periodismo alicantino y muchos son los que los que lo van a echar de menos, sobre todos los buenos lectores de prensa, entre los que también me incluyo. Ha sido fichado para tareas de esas de próceres, en Madrid. Verá naves ardiendo más allá de Orión, y esas cosas de la capital. Desde esta humilde atalaya alicantina que nadie leerá puedo decir que Paco (Paquito, que diría alguien equivocado por su escasa estatura) es uno de esos raros espécimenes de periodista que todavía guarda el perfume de antaño, del romanticismo que se le presupone a esta profesión, con escasos 32 años recién cumplidos. Como redactor le vi escribir noticias como dicen algunos manuales que debe hacerse (no Martínez Albertos, Dios nos libre), ora en sucesos ora en economía. Texto atractivo, bien explicado, atrayente y con claves propias. Superando la mera descripción de la actualidad pero respetando las más escrupulosas normas de rigor informativo. Como redactor-jefe en la delegación de El Mundo en Alicante vi cómo supo plantear con tino el posicionamiento del periódico en temas complejos, incluida la CAM, ese nido de víboras. Puso en el candelero un cuadernillo que iba a la deriva tras pasar por manos que más bien parecían pezuñas. De su pluma no se libró ni el presidente de la Generalitat (al que llamó tortuga), ni el de la oposición (cangrejo). O el 'sheriff' de la Cámara de Comercio, el conseller que robaba a las monjas, los responsables suicidas del PSPV, los grabados y los grabadores de diversos casos de corrupción, los diputados y sus diputaciones y un largo etcétera.
A pesar de su adusto carácter castellano supo ganarse muchas lealtades inquebrantables y algún que otro odio eterno. En cualquier caso, este texto empieza a sonar a obituario y nada más lejos de la realidad. Es sólo un aplauso en un tránsito a más, con todos los aciertos y algún fallo que deja por el camino. Esperemos que en Madrid no nos lo estropeen. Ni siquiera periodísticamente.
Buena suerte, amigo. Los que van a morir te saludan.

PD. Recomiendo su último artículo de la edición local de Alicante publicado el pasado 31 de agosto. Toda una colleja al ex alcalde de Elche y presidente del PSPV, Diego Macià, para que se acuerde. La verdad es que de Maciá podría decirse como en aquel soneto: "fuese y no hubo nada".

martes, 28 de agosto de 2007

Esta noche cenaremos con Plutón

Cuentan las crónicas, que no Hollywood, que con esta frase exhortó un redescubierto Leónidas a los 300 espartanos (más dos ayudantes medio esclavizados por cada hoplita de los que nadie se acuerda) el día que se sabía derrotado ante las huestes de Jerjes. En las Termópilas, ya saben. Les recomendaba desayunar bien, dada la inevitabilidad de visitar el infierno. Algo así siente servidor con la hora de cierre del diario. No hay fuerza en el mundo que la suavice. Fuera están los persas, ávidos de actualidad con la que hacer cambiar un periódico de arriba a abajo. Pero igual que le pasaba a Leónidas, el problema está en casa. Nadie se queja por tener que salvar a la civilización griega de forma heroica. Lo que cabrean son los líderes griegos, divididos y ciegos. Por falta de comunicación, planificación y principios arrojaron a unos cuantos insensatos a la muerte. Las decisiones de algunos superiores periodísticos tienen menos sentido que la que tuvo entonces pactar con Jerjes. Morir sin motivo por la daga de un lascivo guerrero persa es toda una contrariedad. En cualquier caso, creo que mañana cenaré con Plutón también. Le estoy cogiendo cariño.

Tontos por ciento

Alicante es tierra de profetas y adivinos. Hay más augurios en las páginas de los periódicos dedicadas a la economía que en la del horóscopo. Más deseo en boca de las patronales empresariales que el que se vislumbra en la sección de contactos. Hay algunas "fuentes" (con comillas sonoras) especialistas en abrir en canal a algún redactor para, con las vísceras de su carrera universitaria, arrojar algún tanto por ciento de esos mágicos. De esos que no vienen respaldados por ninguna cifra concreta detrás (o delante). De esos que no se contrastan porque los líderes empresariales locales dan para lo que dan. Y ahí están archivados en los pasillos de las profecías perdidas esa merma agrícola del 40% por la culpa de productos tan potentes en Alicante como el brécol. Esa catástrofe para los heladeros del 20% por las últimas lluvias en una campaña que dura un año (¡y que no dudan en vincular con la crisis hipotecaria en EEUU!). Esas pérdidas en las exportaciones de turrón a Estados Unidos del 50% por la paridad dólar-euro (y como todos sabéis no hay yanqui que después de una 'hamburguer' no pida un poco de turrón a la piedra). Pero qué sería de los medios escritos alicantinos sin las barrabasadas de Eladio Aniorte, José Luis Gisbert, Pedro Méndez o Ramón Jerez, sólo por citar algunos de los más señeros ejemplos de quiromantes que han logrado este verano titulares dignos del Coloso de Rodas. Los idus de agosto deben serles favorables. Los últimos augurios simplemente asustan. En este momento de crisis industrial, con la construcción renqueante, Alicante debería exportar al extranjero profetas y adivinos de los que le sobran. Y algún que otro jeta.

domingo, 26 de agosto de 2007

¡Quintilio Varo, devuélveme mis legiones!


Si hasta el mismo emperador Octavio clamaba en sus dependencias palaciegas por legiones perdidas en batallas en Germania, no es de extrañar que todo aquel que coordina en verano algún medio local clame entre las impresoras sin tinta por la plantilla ausente. ¿Dónde está la redactora de sucesos cuando los muertos afloran? ¿Dónde el sabio de economía cuando los cierres de compañías se suceden en una tierra de empresarios piratas? ¿Dónde el prócer de la política cuando se renuevan las cúpulas dirigentes? Supongo que en tierras barbaras, como las legiones de Octavio. Disfrutando de unas más que merecidas vacaciones de una empresa que todo lo soluciona con ese invento llamado becarios. Un bálsamo de Fierabrás que nada cura.

Este muerto no es mío, caballero

Las elucubraciones sobre el periodismo son tantas, tan dispares y -por lo general- tan gratuitas, que una más, no hará mucho daño. Desde mi humilde atalaya de la periferia mediática nacional creo que el principal mal que aqueja al periodismo no es la competencia de nuevas formas de comunicación, ni la presencia de los grandes magnates en los accionariados de las empresas, ni tan siquiera la 'tomatización' y el descrédito de la profesión. El principal mal que aqueja al periodismo no es otro que la soberbia de la mayoría de los profesionales. Embebidos de vanidad caminamos a oscuras aferrándonos a mil y un clichés. Y la gran mayoría nos consideramos listísimos y pontificamos sobre esto y aquello, equivocándonos casi siempre y no reconociéndolo casi nunca. Por eso es bueno que alguien nos ponga en nuestro sitio. A mí, esta semana, me dio una sonora colleja un cadáver. El enésimo crimen pasional del verano alicantino se produjo en una casa rural de la siempre indómita Vega Baja, con su consiguiente finado, anunciado por los servicios de emergencias, resonando en los teletipos. Todos los periódicos tratamos de desperezarnos, sacudir alguno de los temas 'congelados' que manchan el papel en agosto, y abordar un nuevo drama humano. El asunto se las traía: un austriaco cincuentón había matado a un alemán treintañero de una paliza por celos: se fijaba demasiado en una mujer. Eso sí, ningún periódico atinó hasta un tercer o cuarto intento (según) la localidad donde se produjo el suceso. Hasta tres municipios se barajaron en grandes titulares (Los Montesinos, Almoradí y Algorfa). Estos muertos maleducados parecen no entender de lindes ni de riberas, y caen en mitad del campo, así, sin avisar a las autoridades. Para mi archivo particular guardaré siempre la llamada del alcalde de Almoradí y esa declaración de gran estadista: "yo lo único que puedo decir es que ese muerto no es nuestro". Ni de ningún periodista, por lo que parece. Nos ha faltado contar el color de su ropa interior, pero no nos cuadra en el mapa, el muy muerto.