viernes, 21 de diciembre de 2007

Callados

Dentro de la hemorragia de comidas y ágapes de Navidad en la que vivimos redactores y fotógrafos desde hace dos semanas, hay algo que bien podemos reprocharnos. No son los michelines que acumulamos inconscientemente ni el estado en el que quedan los textos con la modorra que genera una buena digestión regada de Enrique Mendoza. No. Debemos reprocharnos los silencios melifluos, cómplices y complacientes ante determinadas gracietas de los anfitriones. Estos días he visto a presidentes agrarios hacer chistes sobre las mujeres que van a Cuba y sobre si cierran o no las piernas. Comentarios sindicales sobre la homosexualidad como para poner los pelos de punta hasta a César Vidal. Incluso algún alto cargo de cajas ha esgrimido con clase un "son todas putillas". Vale. Somos invitados y son fiestas, pero en algún momento deberíamos poner a coto a tanta barrabasada.
O lo que es peor, el ambiente cómplice de las redacciones ha caído tanto en el chabacanismo que ya no nos damos cuenta. Todos incluidos.

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