lunes, 24 de marzo de 2008

Suzanne




¿Se puede hacer un descubrimiento con una canción que tiene 40 años de antigüedad? Sólo los que somos lentos de oído.

domingo, 23 de marzo de 2008

Brokers de Sibaris, crisis de Crotona

En estas semanas en las que las bolsas mundiales (desde los Corros de Valencia hasta el Nasdaq) viven asentadas en una montaña rusa, me reafirmo en uno de mis prejuicios. Para los economistas y sus mercados la vida real no es más que una estadística que no acaban de entender. Que no les encaja y, a veces, hasta les molesta. Los movimientos bursátiles tienen unas leyes internas que pocos entiende. Así, hace algunos meses pude escuchar estupefacto en La Brújula de la Economía que las bolsas en EEUU habían caído al conocerse un aumento de la contratación. ¿Cómo? Sí, para muchos gurús una mayor capacidad de contratación era una mala señal a corto plazo, ya que desalentaría a la Reserva Federal a modificar su política de tipos de interés. ¿Y el mundo real donde lo dejamos? En el carajo, donde siempre.

Aquí en España hay quien trata de negar que hay una crisis. Y hay quien la hiperboliza. Pero no se inquieten, está ahí, con el tamaño que le corresponde, y que se veía venir desde hace años. La economía nacional está basada en pocas patas. O lo que es lo mismo, es coja. Se ha abusado de una pata (la construcción), y eso se paga. Los excesos siempre se pagan.

Así que poco me fío de estas fluctuaciones locas de los valores. Recientemente en Alicante el secretario de la UGT, Cándido Méndez, definió a la Bolsa como una señora mayor, histérica e hipocondriaca. No le falta parte de razón. Pero el efecto dominó que genera la doña es muy importante.

Siempre que pienso en los tiburones de las finanzas, ajenos todo lo que les rodea que no encaje en un diagrama, me da por acordarme del ejército de Sibaris. Ya ven que cosa. Los sibaritas eran conocidos en toda la Magna Grecia por su caballería. Para amedrentar al enemigo preparaban la batalla con exhibiciones de doma, y desplazaban a los caballos al unísono al son de marchas militares triunfales. Hasta que en 510 a.C arremetieron contra la ciudad de Crotona, que contraatacó con otros sones de baile que inutilizaron a sus caballos. El ejército sibarita fue aniquilado y la ciudad, famosa por su buen vivir, quedó destruida y reducida a adjetivo.

O lo que es lo mismo: No se puede olvidar que se está en una guerra. Los valores de la Bolsa responden a la economía real que está detrás, para bien o para mal. A corto plazo caben mil y una pillerías, pero al largo todos estos tiburones se las verán con el ejército de Crotona. Y estarán bailando.

lunes, 17 de marzo de 2008

Santuario

Mi padre suele decir que todo hombre tiene un paisaje. Un sitio al que dirige su pensamiento cuando le atenaza el día a día. El suyo son las agrestes montañas de Jijona. Allí donde ha reconstruido una casa desde sus más elementales cimientos y donde le he visto intentar podar toda una montaña. Con esa mezcla suya de obstinación y determinación que hacía que no soportara la falta de cuidado público en los pinares. Ése es y será por siempre su paisaje. No es el mío.

El mío está en Campello, donde me refugio en tiempos de incertidumbre. Es mi santuario, ya saben, un apartamento de esos que obvian unas cuantas leyes de Costas. Hace una semana estuve buscando huellas de mi infancia y juventud en estas playas. Caminé como un poseso, hasta que me dolieron los pies y la falta de ejercicio, y algunas encontré, pero no fue fácil.

Donde antes había descampados en los que construíamos endebles cabañas que se llevaba el viento, hay piscinas valladas. Donde había oscuros espigones donde tonteábamos con la luna de verano, ahora hay una espaciosa playa bien iluminada poco dada a aquellas conjuras. Y en aquellos bancos donde con la suficiencia del adolescente filosofábamos y sentábamos cátedras en el aire, el otro día no había nadie.

Pero me acordé de los amigos más viejos que atesoro, y de cómo nos redescubríamos todos los años. De César, el de Cuenca, y su memoria enciclopédica en deportes. De Alberto, el de Elda, que a todos nos ganaba al ajedrez. De Mario, el jijonenco, que hacía sinfonías cuando jugaba al baloncesto en los Salesianos. De mi amigo Eduardo, henchido de versos, que me acompañó desde Madrid a este santuario. También estaba el clan de los alcoyanos, Javi, que antes de las diez tenía que volver a casa, el sempiterno Manuel y sus extravagancias, los porteros que por allí han pululado, las tres hermanas valencianas y las primas malagueñas que poblaban nuestras horas muertas. Y unas cuantas fantasías

Recordé el día que me escapé a Alicante con Pablo el alcoyano a un concierto de Duncan Dhu, en lo que me parecía que debía ser la aventura más alocada jamás vivida. Lo hicimos en aquel lento trenet y no en un flamante tranvía como el que veo llegar hoy. Y entre tanto paseo, incluso crucé mi particular Rubicón, que en este caso se llamaba Río Seco y que por arte de los nuevos tiempos han rebautizado como Monnegre.

Cuando no teníamos más de seis años cruzar ese río se nos antojaba una prueba para incluir en los deberes de Hércules. Donde hoy hay dos urbanizaciones -que algún día el Río Seco se llevará por delante- había una plantación de tomateras. El mediero de aquella cosecha se nos antojaba el mismísmo Cerbero vigilando las puertas del infierno. No me pregunten la razón. Un día nos armamos de valor y nos pertrechamos con aquello que pensábamos que no podía faltar en ninguna aventura: una gorra. Caminábamos sigilosos entre tomateras cuando, de repente, nos topamos con aquel agricultor. No sé que cara debió poner, ya que corrimos todos como alma que lleva el diablo. Todos perdimos las gorras y nadie se atrevió a volver a pesar de la segura regañina que nos aguardaba. Tardamos años en volver a intentarlo.

Caminé después hasta los Baños de la Reina. Antes una playa nudista, hoy una zona arqueólógica. El otrora acceso escarpado, ahora es un agradable paseo donde hay incluso alguna escultura de mujeres desnudas, quizá en memoria de aquellas valientes extranjeras (o eso nos parecían) a las que íbamos a espiar junto a nuestras hormonas desatadas.

Me costó un buen rato encontrar un mojón del MOPU desde donde nos saltábamos al agua. La altura me pareció considerable y no sé si hoy sería capaz. Hubo un tiempo en el que salté, incluso, de cabeza, sólo por el prurito de demostrar que era valiente cuando, a lo sumo, llegaba a insensato.

Tomé una cerveza en el Puerto de Campello, tan coqueto hoy y lleno de jubilados ingleses. Y yo, que nunca he sido una persona que guste del inmovilismo, que al contrario que a Don Hilarión, me encanta que los tiempos avancen una barbaridad, yo hoy he lanzado una maldición. Me he ciscado en las madres de todos los especuladores y munícipes avariciosos que han hecho que tenga que caminar horas para buscar lo que queda de aquel santuario. Y es que a simple vista, el hormigón lo anega todo.



Serendipia

Esta noche he sido protagonista de una serendipia. Siempre he sido un poco escéptico con este término, que aludía a los descubrimientos fortuitos y ha acabado englobando todo aquello que se esconde detrás de las simples casualidades. Pues hoy, en el día de mi cumpleaños, con 32 primaveras que he visto emerger para luego declinar, he tenido mi pequeña, particular y humilde serendipia.

Hace más de una década, tal día como hoy, me asaltó en la televisión una película que llamó poderosamente mi atención. Era Chungking Express, dirigida por Wong Kar-Wai y protagonizada por Brigitte Lin, Chin Hsia, Takeshi Kaneshiro, Tony Leung. Este director, hoy gurú cultural, entonces había sido recomendado por Tarantino como algo exótico. Yo nada sabía, sólo era un estudiante de periodismo que languidecía ante el televisor, suspiraba por amores perdidos y aporreaba un mando a distancia que, goloso, podía elegir un inédito Canal+. Así, me encontré con un agente de policía que compraba cada día una lata de piña en almíbar que caducaba el día de su cumpleaños. Ahí me enganché, para luego dar paso a una misteriosa mujer con peluca y gafas de sol, una puñetera azafata que mortificaba a otro de los protagonistas, un puesto de comida de rápida que hacía las veces de agencia matrimonial, una buena samaritana, peces de colores y, sobre todo, la omnipresente canción California Dreaming.

No sé muy bien porqué, pero esa película me animó. Pues bien, tropecientos años después, La2 ha tenido la gentileza de regalarme la misma película en la misma onomástica. Y me ha vuelto a animar. ¿Qué probabilidades hay de que dos cadenas elijan el mismo día con años de diferencia para emitir la misma película rodada en Hong Kong, que lo hagan en horas de madrugada y que yo esté en el sofá, hundiéndome entre cojines, hastiado del mando? A saber. Pero agradezco el regalo que me han enviado esos juguetones diosecillos del destino.

El término serendipia procede anglosajón serendipity, y tiene una historia curiosa. Es un neologismo acuñado por Horace Walpole en 1754 a partir de un cuento persa del siglo XVIII llamado 'Los tres príncipes de Serendip', en el que los protagonistas, unos príncipes de la isla Serendip (que era el nombre árabe de la isla de Ceilán, la actual Sri Lanka), solucionaban sus problemas a través de increíbles casualidades (Wikipedia dixit). En tal caso, yo buscaré mis chunkingdipias a partir de hoy.

martes, 11 de marzo de 2008

La misma mirada

Todo pasó y no pasó nada. Un muerto nos sacudió el alma en la jornada de reflexión y ya nadie parece acordarse. Las elecciones se marcharon con su locura de cifras y escrutinios para dejarnos con las mismas dudas.

Pero hay algo que no se me va de la cabeza: la mirada de Isaías Carrasco. Cuando su rostro se empezó a hacer omnipresente en periódicos y televisiones, no pude sino acordarme de Miguel Ángel Blanco. Son fotos de mártires que nunca se supieron tales.

Recordé mi breve paso como becario por la sección Crónica de El Mundo. Al poco de llegar tuve que entrevistar al grupo de rock en el que Blanco era batería. Se hacían llamar 'Póker' y se alojaron en el Hotel Conde Duque, en pleno corazón de Chamberí. En aquella entrevista vi lo equivocado que estaba. Yo buscaba un héroe, un luchador, una causa. Y lo que había era un grupo de jóvenes, alguno ya talludito, que habían perdido a un colega. A Migue. A un amigo que nunca quiso pasar a la historia con desgarradoras vivencias. Recuerdo que ellos insistían que la vocación política era algo muy colateral en la vida de Blanco. Decían que si hubiera tenido que elegir entre ser presidente del Gobierno o actuar de telonero de los Rolling Stones no hubiese parado de correr hasta llegar a Las Ventas.

Aquella entrevista me emocionó, me comprometió con esta profesión de la que de vez en cuando abjuró, y quizá me ayudó a contextualizar algunas cosas. Tengo la impresión de que con el entorno de Carrasco algún redactor principiante habrá llegado a conclusiones semejantes. No se trataba de un JFK, ni un David Crockett, ni siquiera de un Torrijos. Sólo un trabajador de autopistas, con convicciones claras, con gusto por la vida y los suyos, que llamó a su mujer para decirle que le dejaba al pequeño antes de irse a trabajar y que en una mañana cualquiera, camino del coche, le descerrajaron cinco tiros. Absurdos. Hipócritas, Cobardes. Zafios. Anacrónicos. Injustos. Equivocados. Y mortales.
En la mirada de Carrasco, la de las fotos, al igual que en la de Blanco, intuí la mirada de un buen tipo, con el que cualquiera gustaría de tomar unas cañas. Una mirada que no encaja con la tragedia de la que les hicieron protagonistas.

Aquella entrevista del Hotel Conde Duque nunca fue publicada como tal. El concierto de homenaje que dieron a su amigo, junto a otros muchos artistas, acabó en cansina polémica política. Cuatro descerebrados silbaron a Raimon por cantar en catalán.
El reportaje, titulado 'Sombras sobre Blanco', mezclaba demasiadas cosas y se hablaba poco de Migue. Se acababa de poner la puntilla al espíritu de Ermua, aunque aún no lo sabíamos. En aquellos años, de todos modos, las fuerzas políticas sabían mantener una posición de consenso durante varios días antes de agredirse verbalmente.

En la actualidad, ya no se guarda ni esa tregua de gente civilizada. Mientras, los bárbaros siguen a lo suyo.

jueves, 6 de marzo de 2008

Castaña de campaña

Vivimos una de las campañas más anodinas que yo recuerde a nivel local. Sé que hay muchos que no coinciden conmigo, pero veo a los líderes nacionales que pasan, dan cuatro consignas nacionales y se esfuman hasta dentro de cuatro años. Los hay, como Rodrigo Rato, que ni abren la boca. Ya saben ellos porqué.

Los candidatos locales, a su aire. Bernat Soria, en el PSPV, es el único que ha aportado algo de aire fresco. Federico Trillo, del PP, lanza proclamas con desgana. Como quien lee un un libro de oraciones, dando cabezadas, un domingo, a primera hora. Y poco más.

Los debates pasaron, y con ellos el subidón de adrenalina democrática que tanto se echaba de menos. Ahora bien, lo dejaron todo igual. Zapatero hábil en el discurso, y con una serie de talones de Aquiles que claman al cielo (sobre todo en el debate territorial). Rajoy, a su estilo, ora brillante ora mezquino. Quizá convenza a sus acólitos, pero a pocos más. O el voto oculto alcanza la dimensión del Himalaya, o me parece que este registrador de Santa Pola vive su canto del cisne político.

De Esquerra Unida no me pregunten. Siento decirles que se suicidó durante la última legislatura y sólo quedan los restos. Con personas coherentes o válidas (como Miguel Ángel Pavón), que aún no se han dado cuenta que navegan en un barco fantasma que se encargó de hundir el capitán Llamazares. Me hubiera gustado ver más a los 'nuevos' partidos. Tanto Ciutadans como el UPyD de Rosa Díez. Creo que sería muy necesario que se unieran y conformaran una hipotética tercera vía. Una descongestión del actual modelo bipartidista en el que deciden las formaciones de corte nacionalista.

Mientras llega el día de elecciones, con su particular aire de día festivo hasta las ocho de la noche y el consiguiente enloquecer colectivo en las redacciones, me quedo con los espacios gratuitos de campaña. En esas decenas de partidos absurdos que existen y pululan en el censo. Muchos de ellos loables, más todavía deleznables. Pero todos irradian cierto optimismo utópico sobre la vida política.

Se agradece después de tanto marketing del todo a cien y tanto merchandising de baratillo que nos han endilgado los grandes partidos.
A falta de propuestas, buenas son tortas.

Decanato a nivel de usuario

Vale. Lo entiendo. Bernat Soria es un candidato atípico en Alicante. Es educado, correcto, cosmopolita, culto y parece honesto. Todo eso es cierto y también que le da cien vueltas a día de hoy a Federico Trillo como candidato.
Vale. Todo cierto.

Pero no por ello ha dejado de cometer Soria un pecado de soberbia al 'hinchar' su currículum. Sí. Ni mentir, ni falsear, pero sí hinchar y exagerar. Como hemos hecho todos en nuestras primeras entrevistas de trabajo, atribuyéndonos una sapiencia informática y en idiomas conectada ligeramente con la realidad. Con un inglés medio forjado en el instituto, con unos conocimientos del entorno Office que no pasaban de teclear algunos folios a máquina y unas pocas prácticas que elevábamos petulantes al epígrafe de "experiencia profesional".
Pero claro, la gran mayoría de nosotros no somos ministros, ni candidatos 'número uno' para unas inminentes elecciones, ni hemos colgado esta opinión en un blog de campaña. Qué metedura de pata, señor.

El asunto no tiene mayor importancia. O quizá sí. Sólo denota falta de seriedad y de exactitud impropia en un científico e indigna en un político. ¿Necesitaba Soria hinchar su CV? En absoluto. Su experiencia profesional y académica -sin adornos- resulta imponente en comparación con la práctica totalidad de la clase política española.

El ministro no debería cabrearse tanto por que se le haya pillado haciendo el pillo. Que se esmere en corregir estos asuntos de inexperto político. Un candidato y ministro debe ser como la mujer del César, pues el electorado alicantino lleva demasiados golfos a sus espaldas.

Además, eso de negarse a responder ninguna acusación y esconderse detrás de una sacrosanta presunción de inocencia es terriblemente presuntuoso. Un periódico no es ni juez ni parte. Informa de los hechos que conoce y si el señor ministro tiene evidencias de su error, que lo comunique. Que rectificar es de sabios (den clases en Singapur o no).

Por cierto. Es impresionante la cantidad de información que este hecho ha generado en la blogosfera. Son cientos las páginas dedicadas al ridículum o currículum tuneado del que fue casi-decano. Sirva como botón de muestra el propio blog del ministro.

http://www.elblogdebernat.es/?p=33

El gurú

En medio de la mediocre campaña que se vive en Alicante, ha sido todo un balón de oxígeno la charla de Toni Puig hoy en Elche. Puig se sabe un gurú, actúa y viste como tal. Es histriónico, brillante, provocador y destila modernidad en muchos de sus planteamientos. Casi sale a hombros del Centro de Congresos ilicitano. La charla era sobre su especialidad: eso tan arcano de hacer las ciudades atractivas desde un punto de vista de la comunicación y de la imagen. Su labor se ha desarrollado, como no podía ser de otra manera, en Barcelona.

La explicación de la evolución de la ciudad a través de sus logotipos desde 1982 a hoy ha sido muy instructiva -también punzante-. Más aún lo han sido las recetas de funcionamiento que daba a los asistentes, entre los que había muchos representantes de municipios de la provincia. Entre otros, Rosana Cremades, de Alicante, la que llevaba más asignaturas pendientes para septiembre.

Un resumen romo podría ser el que sigue: Ante todo el gestor debe tener claro qué pretende de la ciudad, cuál es el plan. ¡Ojo! Pero no sólo con la opinión del equipo de Gobierno, sino del resto de la corporación municipal, las asociaciones y colectivos y la ciudadanía en general. Una terapia de mucho debate para la vida municipal.
Después, el plan debe mantenerse en el tiempo y debe haber una confluencia de intereses general. Esto es, todos remando en una dirección común, por un bien mayor. Los primeros, los empleados municipales, que deben ser motivados y alentados a cooperar en el proyecto.

Hay una frase que me encantó. El regidor que quiera emprender unas políticas innovadoras en este sentido, no debe preocuparse sólo por infraestructuras y turismo, debe "tener un punto de locura", para convencer a los que le rodean de la importancia de lo que hacen. "Debe saber -también- endeudarse con tino", para cumplir con esos proyectos.
Así, si se forja una idea tras mucho debate (en el caso de Barcelona era la de "convivencia e innovación"), se invierte, se mantiene en el tiempo, la defiende una mayoría, y se apuesta por la innovación... deben llegar con el paso de los años el turismo y las inversiones. Pero siempre en este orden. No al revés. Ni la casa se empieza por el tejado ni la proyección de una ciudad, por el pelotazo urbanístico.

Por momentos, pensé que el señor Puig mandaba constantes mensajes al alcalde de la ciudad de Alicante. El ejemplo de la anfitriona, Elche, también escocía.

En un momento electoral, en el que hay una formación (PP) que vende la previsibilidad como una de sus grandes bazas electorales, se agradece que un gurú pida un punto de locura al gobernante. Más o menos es como el axioma del buen jefe que tanto gusta a mi padre: "yo nunca trabajé para hacer un muro, buscaba ayuda para elevar una Catedral". ¡A quién no le gusta participar en un monumento gótico que perdurará siglos con inconmensurable belleza!

martes, 4 de marzo de 2008

Todo el mundo tiene un mal premio

Estaba entusiasmado. Cogí el libro con cariño, me aguardaban horas apasionantes. De recogimiento. José Carlos Somoza no me había defraudado hasta la fecha. Los tres libros que habían caído en mis manos me habían encantado: Dafne desvanecida, Cartas de un asesino insignificante y Fantasmas de papel.

El flamante premio de novela de Torrevieja 2007, La llave del abismo, no podía ser sino la constatación de que el segundo galardón mejor dotado de España enfilaba un camino de calidad y apuesta de futuro. Así que cuando mi buen amigo Rafa Burgos me regaló el libro, mis huellas dactilares se relamían ante el gustazo que se avecinaba.

¡Nada más lejos de la realidad! Tras 200 erráticas páginas estoy a punto de cometer uno de esos sacrilegios que tanto me cuestan: abandonar la obra. Ni la entiendo, ni veo la gracia ni el criterio ni, sobre todo, el sentido. Somoza ha caído -a mi modesto entender posiblemente equivocado- en uno de esos excesos de la ciencia ficción. Uno de esos en los que se considera la coherencia narrativa algo simplemente innecesario. Quizá la cosa mejore, pero no tiene pinta.

Todo el mundo tiene un mal premio en esta vida. Y este aserto vale tanto para los responsables del premio de Torrevieja como para Somoza.

Parece que el equipo de Hernández Mateo se ha empeñado en alabar las peores obras de los mejores escritores. Recuerden el triunfo del, por otro lado genial, Jon Juaristi.
Sería muy de agradecer que fueran algo más valientes. O entendidos.

domingo, 2 de marzo de 2008

Como en los buenos cuentos

Botón de muestra de El Chivi.

El Chivi

Unos buenos amigos me han sacado esta noche a deambular por las calles alicantinas. Buena falta me hacía. Me han llevado a un concierto de El Chivi en la Sala Stereo. No sé si este (no tan) joven madrileño es muy conocido en sus círculos, pero para mí ha sido una auténtica revelación.

Quienes me conocen saben que, como todo mal informador, nunca se me han dado bien las etiquetas. Sin embargo, al susodicho Chivi creo que sólo se le puede tildar de cantautor pornográfico. O simplemente guarro, cantautor guarro y extremadamente cerdo.

Así, pertrechado sólo por una guitarra española y con una voz que mezcla al peor Sabina y al mejor Ismael Serrano, ha ido desgranando su repertorio ante un auditorio de unas sesenta persona. Huelga decir que el adjetivo abarrotado no se puede aplicar a esta ocasión.

Pues bien, el artista ha ido venciendo poco a poco mi escepticismo inicial. Y ha conseguido que me ría a mandíbula batiente. Me guardo para mi acervo particular su tema 'Y que le voy a hacer si el abuelo es gay' y su diatriba sobre los cuentos que a él le gustan, no aquellos de 'niña estrecha' de príncipes y princesas, sino de "garitos llenos de sapos". Cuentos en los que los tres cerditos son tres travestis que viven juntos, en los que la Cenicienta no pierde el zapato sino las bragas, en el que la abuelita rueda películas 'snaf' con Caperucita y donde Blancanieves y los siete enanitos... en fin, qué les voy a decir de Blancanieves y sus pequeños compañeros. Por no hablar de Peter Pan y Campanilla.

En estos días de campaña, donde todo es tan políticamente correcto, en estos días donde no hay una frase más alta que la otra, en estos días en los que reina la apariencia, es un alivio ver a alguien con letras tan bestias. Brutales. Que ofenden a oídos curtidos como los míos, pero que al mismo tiempo me hacen reír, con ese pudor que tenemos todos los que quisimos ser misioneros cuando eramos renacuajos.

En otra canción, El Chivi lamenta que le llamen 'radical' por su querencia por diversos tipos de desviaciones (desde la lluvia dorada, al sado o al excitarse imaginando a Aznar y a Cascos en particular dueto). En estos tiempos de puntillismo, de compañeros y compañeras, en los que el basurero es un operario de limpieza y el labrador un técnico agrícola, en estos tiempos, digo, se agradece quien pone los puntos a las íes a golpes descarnados. A veces demasiado. Es lo que tiene la libertad de expresión: los excesos.

Lo dicho, todo un descubrimiento no apto para todos los públicos ni para todos los días. Sólo he lamentado ver que el cantautor ha intentado en un par de ocasiones introducir nuevos temas en su repertorio. Temas en los que no era necesario que las palabras glande, anal o escroto salieran a colación. Canciones de lo que debe ser una madurez personal y artística, en las que canta al Alzheimer de un familiar cercano, o a los tiernos sentimientos que le provocan su actual pareja. La parroquia no ha recibido con agrado estas desviaciones de su particular gurú de lo escatológico. Y mientras El Chivi desgranaba sus más profundos sentimientos, con más o menos acierto, muchos clamaban por temas de antaño, como 'Sácala' o 'Catapum'. Debe ser triste que una etiqueta te persiga de por vida y no puedas hacer nada por desprenderte de ella.

En cualquier caso, y en contra de lo que esperaba, El Chivi me ha divertido. ¡Pero mira que es bestia y burro, el tío!