martes, 11 de marzo de 2008

La misma mirada

Todo pasó y no pasó nada. Un muerto nos sacudió el alma en la jornada de reflexión y ya nadie parece acordarse. Las elecciones se marcharon con su locura de cifras y escrutinios para dejarnos con las mismas dudas.

Pero hay algo que no se me va de la cabeza: la mirada de Isaías Carrasco. Cuando su rostro se empezó a hacer omnipresente en periódicos y televisiones, no pude sino acordarme de Miguel Ángel Blanco. Son fotos de mártires que nunca se supieron tales.

Recordé mi breve paso como becario por la sección Crónica de El Mundo. Al poco de llegar tuve que entrevistar al grupo de rock en el que Blanco era batería. Se hacían llamar 'Póker' y se alojaron en el Hotel Conde Duque, en pleno corazón de Chamberí. En aquella entrevista vi lo equivocado que estaba. Yo buscaba un héroe, un luchador, una causa. Y lo que había era un grupo de jóvenes, alguno ya talludito, que habían perdido a un colega. A Migue. A un amigo que nunca quiso pasar a la historia con desgarradoras vivencias. Recuerdo que ellos insistían que la vocación política era algo muy colateral en la vida de Blanco. Decían que si hubiera tenido que elegir entre ser presidente del Gobierno o actuar de telonero de los Rolling Stones no hubiese parado de correr hasta llegar a Las Ventas.

Aquella entrevista me emocionó, me comprometió con esta profesión de la que de vez en cuando abjuró, y quizá me ayudó a contextualizar algunas cosas. Tengo la impresión de que con el entorno de Carrasco algún redactor principiante habrá llegado a conclusiones semejantes. No se trataba de un JFK, ni un David Crockett, ni siquiera de un Torrijos. Sólo un trabajador de autopistas, con convicciones claras, con gusto por la vida y los suyos, que llamó a su mujer para decirle que le dejaba al pequeño antes de irse a trabajar y que en una mañana cualquiera, camino del coche, le descerrajaron cinco tiros. Absurdos. Hipócritas, Cobardes. Zafios. Anacrónicos. Injustos. Equivocados. Y mortales.
En la mirada de Carrasco, la de las fotos, al igual que en la de Blanco, intuí la mirada de un buen tipo, con el que cualquiera gustaría de tomar unas cañas. Una mirada que no encaja con la tragedia de la que les hicieron protagonistas.

Aquella entrevista del Hotel Conde Duque nunca fue publicada como tal. El concierto de homenaje que dieron a su amigo, junto a otros muchos artistas, acabó en cansina polémica política. Cuatro descerebrados silbaron a Raimon por cantar en catalán.
El reportaje, titulado 'Sombras sobre Blanco', mezclaba demasiadas cosas y se hablaba poco de Migue. Se acababa de poner la puntilla al espíritu de Ermua, aunque aún no lo sabíamos. En aquellos años, de todos modos, las fuerzas políticas sabían mantener una posición de consenso durante varios días antes de agredirse verbalmente.

En la actualidad, ya no se guarda ni esa tregua de gente civilizada. Mientras, los bárbaros siguen a lo suyo.

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