miércoles, 17 de diciembre de 2008

Revueltas por emerger



Por los avatares de la información y por los caprichos de las Cuentas del Estado he tenido la suerte de pasar unos cuantos días en Delhi. Después de toneladas de chorradas escritas sobre las economías emergentes he estado en una de ellas, aunque sea levemente. Vuelve uno con la sensación de tan sólo haber raspado la superficie de toda una escala de valores y mecanismos de comportamiento ajenos a los propios. Intuye a lo lejos unos cimientos diferentes en la edificación de todo un entramado social y urbano que se nos torna incomprensible y arduo.



Los corresponsales de prensa que viven en la capital de India insisten en una idea. Delhi no es una ciudad pensada para ser agradable. Es una ciudad dura en la que hay que sobrevivir. Es la ciudad en la que se forjan los White tiger. Donde murió Ghandi y donde deben fallecer al día cientos de indigentes. Una ciudad de grandes centros comerciales y de una pobreza extrema en sus cientos de arrabales. Una ciudad en la que se estima hay 17 millones de habitantes pero en la que todo el mundo advierte de las lagunas de la estadística oficial. Una ciudad que quiere crecer y quiere permanecer fiel a sus orígenes. Donde los empresarios europeos andan ojo avizor de nuevas oportunidades de negocio con esa mentalidad colonial que llevamos tan dentro sin darnos cuenta.



Como ya hice ha tiempo con China aviso de los riesgos de la India. Es un país con 300 millones de millonarios pero con una cifra similar que vive con menos de un dólar al día. Hay revoluciones que están pendientes. Tendrán que llegar. ¿O acaso ustedes dejarían morir a sus seres allegados mientras tras unos muros se asiste a un espectáculo de despilfarro? Hay miradas sumisas, en exceso. Hay miradas de furia. También hay una legión de ciudadanos que tienen la mirada llena de futuro y progreso.



Buena parte del desarrollo de estas economías emergentes se basa en las condiciones laborales que está dispuesta a soportar una incontable población. Pero ese sistema no se podrá mantener por siempre. Si no se toman medidas acertadas de redistribución de la riqueza, al final masas de harapientos se lanzarán sobre las sofisticadas empresas de Banghalore, cercenando el prometedor futuro de la única democracia de la zona. Con buen nivel de inglés y formación aceptable tienen tantos retos como problemas en el horizonte.



Esperemos que en la lucha de las fuerzas que acontece hoy en las tripas de la India no se pierda la esencia del país, ni se olvide su rica historia (con muchos siglos de dominación musulmana); pero que tampoco se deje arrastrar por ellas. La esencia y la historia, tan profundas ambas allá en Delhi. Tan palpables, orgullosas, en cualquier paseo un día de diario.









sábado, 6 de diciembre de 2008

Sociedad recambio

No sé si ha sido de forma consciente o por la inercia del atropello del momento actual, pero nuestra sociedad hace tiempo adopto una de esas decisiones inconscientes y colectivas en las que se basa todo un sistema. Hemos decidido formar una sociedad del recambio, y eso es lo que ha mantenido en estos últimos 20 años un nivel de crecimiento asfixiante.

Nada se hace para perdurar. Los objetos que nos rodean son prescindibles.Hemos abaratado hasta tal punto el coste de reemplazo, que no merece la pena el esfuerzo de mantenimiento. En torno a esta idea, los bienes de equipamiento y los consumibles nos rodean y accedemos a ellos de forma cada vez más rápida e imprudente. Nos hemos acostumbrado a prescindir de casi todo. Por eso triunfaron el VHS y Nokia. No por mejor calidad, sino por ser más prescindibles. Y generar de paso un sinfín de economías de escala.

Incluso me aventuraría a decir que este esquema, que debía ser estrictamente financiero, lo hemos trasladado a nuestras esferas personales. Cada vez más cómodos y egoístas, hay mucha menos propensión al esfuerzo a la hora de mantener los vínculos que hasta ahora parecían importantes. Tampoco se han generado vínculos nuevos. Simplemente, cambiamos de unos a otros.

Es algo que tiene una parte positiva, por supuesto, pero no dejo de pensar que algo se perdió por el camino. Así que, aunque sea como símbolo infantil de protesta, me mantendré aferrado a mi viejo coche, a mis desgastadas botas, a mi añejo cuaderno, a mis desafinadas cintas de Loquillo y a tres o cuatro iconos de mi pasado a los que me aferro para no olvidar qué tipo de cosas eran importantes para mí.

Aquí dos ejemplos:



viernes, 5 de diciembre de 2008

Tonto los cojones

Conste que no me siento aludido. Pero reconozco que aún me sorprende la facilidad con la que en este país se insulta a cada idea y posición que no sea la propia (o lo que el estereotipo dicta que es la propia). Por tanto, no puedo sino unirme a los que piden la dimisión del presidente de la Federación Española de Municipios. Por tonto y cretino.



ANEXO:
Como no hay tonto solo, otras declaraciones extemporáneas han empañado el día de la Constitución. Ni creo que la Carta Magna sea intocable, ni me merece mucho respeto nuestro Monarca. Pero lo de Joan Tardà es excesivo. Y la giliexcusa dada (aludiendo a Felipe V), es simplemente ridícula y cobarde.

Los que explican lo que pasa

Me van a permitir que comparta con ustedes dos acertadas visiones de lo que ha ocurrido en estos momentos de turbulencias financieras. Hay quien encuentra las explicaciones en la Holanda de la Edad Moderna. Hay quien ya lo veía venir hace diez años. Que no se diga.

Los Amos del Mundo / Arturo Pérez-Reverte
(Artículo publicado en El Semanal el 15 -11- 1998).

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla antro del computador, su futuro y el de sus hijos.
Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.
Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street , y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.
Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden.
No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.
Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.
Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.
Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.
Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad.
Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh, prodigio!, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.
Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros.
Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.. Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.
Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.
Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.


El día 'D' de la crisis
FRANCISCO PASCUAL
4 de diciembre de 2008.- En 1636, un juez holandés encarceló a un marinero después de que la tripulación de su barco lo linchara. Su delito: comerse por error un cogollo de tulipán. ¿Se habían vuelto locos estos holandeses? No, pero sufrían, sin saberlo, la primera burbuja financiera de la historia. Como cuenta Oriol Amat en su pedagógico 'Euforia y pánico', plantar tulipanes en el jardín se puso de patriótica moda en los Países Bajos del siglo XVII.
Pronto estas flores empezaron a subir de precio de manera desmesurada y, tanto fue así, que la avanzada sociedad neerlandesa invirtió ingentes cantidades de dinero en ellas, incluso a través de arcaicas opciones a futuros. La burbuja del tulipán se infló tanto que los inversores empeñaron ganado y herencias en ella. Llegó un momento en que una semilla de tulipán podía valer lo mismo que una casa. Evidentemente, cuando estalló sumió en la ruina a miles de personas.
Amat encuentra nítidos paralelismos entre este crack, el del 29, el de las punto.com y el inmobiliario que nos asola estos días: la ceguera inversora como culminación de un proceso que empieza por la envidia (quiero ganar más que mi vecino), la ambición (toda ganancia es insuficiente) y la soberbia (yo sé de economía más que nadie). Esto es lo que ha llevado a millones de personas a lo largo de los últimos tres siglos a endeudarse para invertir en bienes sin tener en cuenta si se ajustaban al precio real de mercado o si, por el contrario, eran producto de la más irreal de las especulaciones.
Además, la ceguera tiene un efecto de segunda vuelta en forma de parálisis: una vez ha estallado la burbuja y los atemorizados inversores han perdido su dinero vendiendo a diestro y siniestro, muy pocos se atreven a abrir los ojos en medio de la tormenta para calibrar el verdadero valor de las empresas y apostar por ellas cuando ofrecen buenas posibilidades. Todo el que lea esto, pensará que, si nadie lo hace, será porque no es tan sencillo. Obviamente, es difícil saber identificar el suelo del actual desplome bursátil. Yo, para empezar, no tengo ni idea. Pero sí se intuye que existe una fecha clave para vislumbrar si las acciones de los gobiernos y los bancos centrales tienen posibilidades de revitalizar la situación económica: El día D de la crisis será el 20 de enero.
Ese día se cerrará la línea de crédito a tipo fijo con el que el Banco Central Europeo abastece, cual surtidor, a las entidades financieras del continente. La necesidad de liquidez ha sido uno de los principales motivos del desplome continuado de las Bolsas después del verano. Las empresas, sedientas de dinero, no han tenido más remedio que vender lo que tenían en los mercados para garantizar su supervivencia. Y el único mercado que suministraba líquido era la Bolsa. Si a partir de esa fecha, la volatilidad empieza a disminuir, implicará que los planes de choque para estabilizar el sistema financiero habrán funcionado y que el mercado de crédito respira. La caída del Euribor parece predecirlo. Si no, habrá que prepararse para una crisis larga. En cualquier caso, como recuerda Amat parafraseando a Frank McKinney, "la forma más segura de doblar tu dinero, es plegarlo y guardártelo en el bolsillo".

martes, 2 de diciembre de 2008

Por los resquicios del ciberespacio

Estaba implementando un homenaje al farero favorito de todos los niños, cuando me di cuenta de la cantidad de información que se pierde día a día. Cada vez se ven menos esfuerzos en archivar y catalogar las publicaciones de papel. Se da por supuesto que todo queda en esa maraña de Internet y en los miles de servidores y ordenadores que jalonan la telaraña. Pero es falso. Hay muchas piezas que se escurren y desaparecen sin remisión por entre los resquicios del invento. Al margen de todas aquellas publicaciones que no están en Internet o se traspapelan (cibernéticamente hablando) y pasan a mejor vida.

Esa memoria colectiva que estamos creando es más fácil de manipular y de tergiversar de lo que creemos. A fin de cuentas, realizo mis búsquedas con Google, que es quien posee mi correo electrónico, hospeda esta humilde blog y me dice las personas que lo visitan. ¿Hay algo más parecido al Gran Hermano? Sí, la Agencia Tributaria, pero eso será motivo de otra entrada.

De momento, y con ánimo de prevenir, he pedido ayuda a mi buen compañero Sampedro para poner a salvo en este espacio algunos de los (pocos, muy pocos) artículos de los que me sentí orgulloso durante mi estancia en Alicante. Trato de protegerme de una publicación que no se colgaba en Internet y, cuando lo hacía, era tal la evanececencia mental de sus web-masters, que para el caso es como si nada.

Así que, unos ejemplos:

El culebrón de la Fundación Aragonés, el alcalde de Villajoyosa y los familiares de Zaplana.

Entrevista con el Nobel de Economía Robert Mundell.

Entrevista con Johan Galtung, el 'pacificador' noruego.

Los desmanes de la Caja Rural de Alicante.

Homenaje al farero

Por su evidente interés informativo, y para preservar su existencia en la red de redes, me van a permitir que reproduzca una de las columnas de Rafa Burgos en el dominical de la edición de El Mundo en Comunidad Valenciana. Y no digo más para que no me citen al señor Lobo.


EL FARO DEL IMPOSTOR
RAFA BURGOS
La tengo pequeña
He visto tetas con corteza de limón y tetas con olor a albaricoque. Tetas profundas como un tonel de vino y tetas descaradas como una sonrisa indiscreta. He visto tetas como mentiras de infancia y tetas verdaderas como puños. He visto tetas florentinas cinceladas en mármol y tetas ahorcadas en el árbol africano del hambre. Tetas breves y delicadas como poemas de Neruda y tetas desmesuradas y jacarandosas como romanzas de ciego. He visto tetas de corza joven en el Cantar de los Cantares y tetas homicidas en el Amarcord de Fellini. He visto tetas que eran una condena y tetas que eran una inversión. He visto tetas que rompían la identidad genética de dos gemelas y tetas despistadas en un alma de hombre. Tetas elásticas como una Zodiac y tetas robustas como mascarones de proa. Tetas que no eran tetas, tetas que dejaban el esternón como una carcasa de televisor. He visto tetas que nunca he visto y tetas que no volveré a ver. Pero lo que nunca he visto ni espero ver, como me enseñaron los empiristas cuervos de Dumbo, son tetas sueltas, separadas de la mujer que las lleva. Bueno, salvo en el caso de la teta gigante de Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar.
El escándalo levantado por Pacha Valencia, una discoteca que pretendía sortear un implante de tetas en el transcurso de una fiesta, ha revuelto los desayunos de esta semana con la cucharilla de la hipocresía. Sólo se ha salvado la propuesta de varias instituciones de supervisar las condiciones sanitarias del regalo, así como la protesta de los cirujanos plásticos, que llaman a la concienciación de las muchachas a la hora de meterse en un quirófano para reforestar su escote. Pero la noticia ha dejado un reguero de vestiduras rasgadas que demuestra que esta sociedad en la que todos vivimos es tonta del bote. Somos nosotros, todos, los que hemos llevado a la exaltación el culto a la individualidad, al éxito fácil y a la imagen. Los que hemos elevado a los altares la juventud, cuando solamente sirve para salvarse de los ERE gracias a que los empresarios saben que los sueldos son indirectamente proporcionales a la edad. Somos nosotros los que consumimos alimentos mediáticos repletos de gente que no sabe escribir ni restar ni cantar, ni siquiera escuchar. Somos nosotros los que hemos conseguido que los estudiantes de periodismo no quieran torcer el colmillo en los informativos, sino dejarse los pies en el zaguán de la casa de Julián Muñoz.
Y ahora queremos ser los que elijan qué tetas tienen que tener las demás, cuando sólo nos corresponde advertirles de los riesgos que conlleva una intervención quirúrgica. Esta semana he soñado que rezaba a sor Maravillas del Congreso que se perfeccionara la técnica del Jes-Extender si no se consigue que a la sociedad le importe un carajo de qué tamaño tengo la taleguilla. Si no lo he hecho ya –rezar– es porque soy laico practicante. Como tendría que ser el Estado español.