sábado, 8 de diciembre de 2007

La noticia de la Navidad

Dentro de unas pocas centurias, nada se dirá de la práctica totalidad de las personas que pueblan los diarios patrios. Sin embargo, estoy convencido de que la riada humana que va de África a Europa se estudiará largo y tendido, con la perspectiva que dan los siglo y tras haber modificado las estructuras sociales de toda la tierra.

En la actual vorágine informativa, en la que la tragedia de hoy es un breve mañana, la llegada de pateras se ha convertido en algo cotidiano, al que los medios prestamos relativa importancia, salvo en los casos dantescos. Perdemos la perspectiva.

En muchos casos se trata de personas que inician su andadura en una ciudad remota de Nigeria, con lo puesto, con los hijos. Recorren buena parte de África para agolparse en las costas de Túnez, Argelia o Marruecos, para, con precios desorbitados, subir a pequeñas barcazas que recorren hasta en invierno las aguas del Mediterráneo. Muchos no llegan y los que lo hacen sólo tienen la promesa de un futuro mejor en lugares como Almería, Murcia o Alicante. A esa gente no se la puede parar. Como ha pasado en otros momentos de la historia, hay movimientos humanos que escapan a cualquier control y que modifican las estructuras de los países que dejan y a los que llegan. Ya ocurrió en Europa y Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX.

Desde este verano las pateras han empezado a llegar a la Comunidad Valenciana. Con la elegancia que caracteriza a la política local, el análisis de los prohombres de los que nadie se acordará en dos centurias se ha reducido a si hay los suficientes medios para interceptarlos. O no.

Ni por asomo nos planteamos que llama a nuestra puerta un nuevo orden mundial del que pretendemos no saber nada. Que las viejas normas en las que se ha asentado el desarrollo de muchos países y la miseria de otros tantos dejan de ser válidas.

Como decía el viejo aforismo del periodista, hace dos milenios y pico nadie estuvo en Belén para contar la noticia más importante de una nueva era. Seguro que los cronistas de antaño analizaban las veleidades de aquel general con aquella cortesana, o aplaudían a Pilatos por lo bien que se lavaba las manos. Pues lo mismo, lo mismo, nos ocurre ahora.

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