lunes, 5 de mayo de 2008

La importancia de un comienzo

Hay comienzos que quitan el aliento. “Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto”.

Los hay que te contextualizan la existencia. "Tras cada hombre viviente te encuentras treinta fantasmas, pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra. Y es en verdad un número interesante, pues por curiosa coincidencia hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido, luce una estrella en ese Universo".

Los hay más modestos, como aquel "Paquita tenía un plan" que encabezaba la crónica de la infanticida de Santomera. En cualquier caso, un arranque es fundamental para una novela, artículo, reportaje o incluso prospecto de pasta de dientes. Yo he sido redactor con malos vicios de comienzo. Tengo muchos de una palabra, tipo "Llovía. (punto)". También de refranes y citas de película o novela. Ejemplos todos de pobreza de recursos.

Hoy, sin embargo, me he topado con un comienzo que me ha dejado de una pieza.

"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre la cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela, su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él".

¿Lo reconocen? Es El juego del ángel de Carlos Ruiz Zafón. Ya disfrute de La sombra del viento e, independientemente de lo comercial que se le considere, me hallo entusiasmado ante las páginas pendientes. Todo lo que un buen arranque me promete. Les dejo un par de perlas del primer capítulo relacionadas con el mundo del Periodismo.

"Don Basilio [subdirector de un periódico] era un hombre de aspecto feroz y bigotes frondosos que no se andaba con ñoñerías y que suscribía la teoría de que un uso liberal de adverbios y la adjetivación excesiva eran cosa de pervertidos y gentes con deficiencias vitales".
"-Va usted bien, Martín. Tiene las prioridades claras. Los que sobreviven en este oficio son los que tienen prioridades y no principios".
"- Cuento con cinco folios a doble espacio antes de seis horas, don Edgar Allan Poe. Tráigame una historia, no un discurso. Si quiero sermones, iré a la misa del gallo. Tráigame una historia que no haya leído antes y, si ya la he leído, tráigamela tan bien escrita y contada que no me dé cuenta".

Pues aquí me tienen, impaciente ante una lectura sólo por lo que supone un buen principio. Ahora bien, los comienzos brillantes también tienen un problema añadido. Hay que cumplir con las expectativas creadas.

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