viernes, 17 de octubre de 2008

Humildad

De un tiempo a esta parte me encuentro permanentemente rodeado de personas ajetreadas. Caminan de un lado a otro con prisas. Como si tuvieran muchas cosas que hacer, aunque se me escapa los motivos de tan trascendental merodear. En las calles, en los trabajos, en las casas. Todos son prisas y estufidos. Por momentos noto que me acelero.

Con tanta rapidez de movimiento no hay tiempo para la duda, para la indecisión. Todo el mundo parece saber lo que hace y lo que dice, con una seguridad rayana en lo temerario. En lo arrogante.

En estos días de apocalipsis, en estos momentos de milenarismo, tiendo a pensar que es precisamente esa arrogancia, esa ausencia de duda y humildad, la que ha llevado a la sociedad a donde está. Quizá sea también la misma arrogancia la que ha permitido un desarrollo extraordinario, pero llevaba en su interior una semilla de antítesis.

Nos acostumbramos a que los pisos se revalorizaran un 15% al año y las empresas presentaran beneficios del 20%. Siempre así, sin pensar que nada crece a esos ritmos salvo los virus, hasta que causan el colapso del organismo receptor. Se estaba construyendo toda una teoría y una mitología de la creación de riqueza basada en unos cimientos de balances hinchados por el ansia de bonus y expectativas de desarrollo que poco tenían que ver con la economía real y sus posibilidades.

Vendrán un par de años malos. No es para tanto. Si se estudia un poco de historia podemos ver que hemos disfrutado del periodo de mayor estabilidad de la Europa occidental en muchas eras. Quizá nos hemos acostumbrado en exceso.

1 comentario:

Peter Parker dijo...

ays, que bien vienen a veces las dudas, aunque sean por la edad...